Hasta el cansancio hemos oído como el señor Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, nos habla de la “maravilla” que es el orden liberal global que según él está basado en “reglas”, pero que Rusia y China quieren destruir. Por su parte, desde Europa el comisionado de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, señor Borrell, ha calificado a Occidente de un “jardín” rodeado de una jungla.
El detalle es que no se sabe cuáles son esas “reglas” y dónde están escritas. La humanidad, como reglas internacionales generales, solo reconoce aquellas que parten del derecho internacional, basado en la Carta de la Naciones Unidas. Pero resulta que Occidente cuando le conviene, no solo viola flagrantemente el derecho internacional, sino también su orden basado en “reglas”, reflejando un divorcio entre lo que dicen y lo que hacen.
El mundo liberal donde predican que rige el respeto sacrosanto a la propiedad privada se dispone a apropiarse de los fondos rusos congelados ilegalmente en bancos occidentales para, a su vez, regalárselos a Ucrania que está en medio de un conflicto bélico contra Rusia. Sin embargo, cualquier acción para apoderarse de bienes rusos deberá ser considerado a la luz del derecho internacional como un simple robo.
Si la iniciativa occidental se realiza, crearán un precedente histórico: destruirán uno de los fundamentos más antiguos de la existencia de la sociedad occidental: el principio de inviolabilidad de la propiedad privada. Además, en una declaración del 7 de mayo, la primera subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, dijo que los planes occidentales de utilizar activos de la Federación Rusa podrían socavar el sistema monetario y financiero mundial.
Durante la actual visita del presidente de la Federación de Rusia, VV Putin, a la República Popular China, las partes condenaron enérgicamente en una declaración conjunta las “iniciativas para confiscar bienes y propiedades de Estados extranjeros” y destacaron “el derecho de dichos Estados a tomar represalias”, conforme a las “normas jurídicas internacionales”, y, en consecuencia, Rusia se reserva ese derecho. La rusofobia es una enfermedad implacable, se basa en el odio y no permite razonar, y Occidente está cavando su propia tumba al intentar hacer el mayor daño a Rusia.
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