De San Remo a Caracas


La soberanía de una nación constituye la base fundamental para cualquier proyecto país, independientemente de su ideología. El auge de la globalización, que se manifiesta en los 70, planteó grandes retos en lo económico, político y social.

En lo económico, gracias al avance tecnológico fue posible romper las barreras geográficas para acercar los mercados de las diferentes economías hasta crear un único mercado mundial. Hoy día es complejo determinar el origen de manufactura de un bien bajo la lógica del gran capital, porque cada proceso productivo se fragmenta y desarrolla en un territorio donde se incurra en la menor cantidad de costos, esto se engloba en las denominadas cadenas de valor.

En el ámbito político, la globalización encuentra su mayor obstáculo. Ningún país está dispuesto a ceder la soberanía del territorio a un poder supranacional, lo que genera contradicciones en las relaciones internacionales. En un contexto donde las nuevas generaciones no se identifican con el territorio, se pierde el arraigo, resultándole ajena la propia historia y produciendo condiciones sociales para el surgimiento de un ser global.

Al darle una mirada integral a estos aspectos, ninguna de las bondades anunciadas por el corillo neoliberal irradió hacia nuestras economías. Lejos de los utópicos augurios, se han agravado los problemas económicos, sociales y políticos como región.

El capital humano ante el desarraigo se moviliza hacia los países desarrollados en busca de mejores condiciones de vida. Se crea, entonces, un vacío generacional que abre las puertas a un problema estructural: imposibilidad de combatir el subdesarrollo, pues, sin conocimiento científico no hay desarrollo.

Así, la globalización genera condiciones para que los fuertes continúen siendo fuertes y los débiles sean cada vez más débiles. Un escenario en el que, paradójicamente, nuestras economías que gozan de abundantes recursos naturales se subordinan a las economías desarrolladas en sus procesos productivos.

Como corolario a este crítico escenario, la alternativa de “comunidad de destino compartido”, planteada por China a la humanidad, es de una pertinencia rotunda ante los exabruptos del actual orden mundial, que poseído por el guerrerismo de EEUU se dirige a una tercera guerra mundial. Un obstáculo remedial lo constituye la soberanía y autodeterminación, pilares del necesario nuevo mundo multipolar y de economías emergentes.


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