De San Remo a Caracas


Las dificultades que ha sorteado la economía venezolana en las últimas décadas no tienen precedentes en la historia contemporánea del país. La mayoría de los análisis tienden a “explicar” los problemas de la actual coyuntura, argumentando que se deben a una mala instrumentación de políticas por parte del Gobierno Nacional. Otro extremo plantea que son resultado de las adversidades que ha venido sorteando la economía.

Ambos enfoques padecen falencias y en nada contribuyen a la comprensión de los escenarios coyunturales. Ninguna política económica está exenta de errores. Diseñar e implementar un programa económico en un contexto de adversidad como el que atraviesa Venezuela exige una visión audaz, ya que lo que se podría aplicar en condiciones “normales” no garantiza resultados satisfactorios ante la adversidad.

Aterricemos el planteamiento. En condiciones “normales” estabilizar el tipo de cambio exige un stock de divisas (reservas internacionales) óptimo como para que el hacedor de la política –mediante los instrumentos monetarios– pueda aplicar ciertas medidas que contribuyan al objetivo planteado.

Ahora, ¿cómo puedes garantizar las reservas internacionales en una economía desconectada del sistema financiero internacional con el agravante de que su principal actividad económica –petróleo–está limitada por un conjunto de medidas coercitivas unilaterales.

Un acto criminal que se comete en nombre de una serie de premisas –libertad, democracia, derechos humanos– vaciadas de contenido para justificar tal arbitrariedad ante una comunidad internacional inerte y cómplice.

Lo peor ha sido superado. No todo es perfecto, aún hay mucho trabajo por delante, especialmente cuando se aspira atender de forma eficiente las desigualdades sociales y el deterioro de la infraestructura productiva. Es natural tener diferencias e incluso propuestas para mejorar la economía, pero no la mezquindad de desconocer la estabilidad económica alcanzada.

El país atraviesa por cambios estructurales que en condiciones “normales” habrían tomado siglos. El sector privado está 100% abocado en producir de forma eficiente y competitiva para poder exportar y con ello obtener recursos que le permitan apalancar su actividad. La planificación de los gastos de la sociedad se distribuye en función del aporte que hace cada sector productivo, acciones que, sin duda, allanan el camino para progresivamente dejar atrás la dependencia con la renta petrolera.


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