De San Remo a Caracas


Gracias a un patriota cooperante, supimos las acciones de María Corina Machado Parisca: “Yo sabía que íbamos a perder porque esa chusma de más de 5 millones apoya al piazo e’autobusero y para colmo el sistema electoral está blindado (antes era mejor porque acta mataba votos). El plan era hacerle ver a nuestra gente que estábamos ganando, después de que Elvis Amoroso anunciara los resultados cantar fraude, luego cacerolear, echar tiros, guarimbear, incendiar centros de salud, guarderías, sedes del Psuv, instituciones del gobierno, quemar negros chavistas, tumbar estatuas de Chávez, poner guayas para degollar a motorizados. Ya contraté varios comanditos (pranes, malandros, azotes de barrios, narcotraficantes). Hay que sembrar el caos. La CIA, Biden, Milei y Netanyahu me apoyan. Recuerden que cuento con mis amigos Elon Musk y Mark Zuckerberg expertos en guerra cognitiva”. Mientras ella vociferab, el candidato derrotado, Edmundo González Urrutia, permanecía callado, su cara de abuelito bonachón mostraba fatiga.

Siguiendo órdenes de la Iron Lady, como la llama la revista Times, los terroristas salieron a hacer sus fechorías y hasta destruyeron dos estatuas que forman parte de la simbología espiritual del pueblo: el indio Coromoto y José Gregorio Hernández.

Para el sacerdote jesuita Ignacio Martín-Baró, la agresión es aquel “instinto que lleva al hombre como animal a combatir contra los miembros de su misma especie”. Para el padre de la psicología de la liberación, “la fuerza instintiva de la agresión opera según un modelo de tipo hidráulico: la energía instintiva se va acumulando y va produciendo un estado tensional que, ante los estímulos adecuados (estímulos desencadenantes), hace posible el
comportamiento agresivo”.

Para el sacerdote jesuita Ignacio Ellacuría, los terroristas “han organizado sus vidas en torno a valores inhumanos”. Para el entonces rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, el sistema civilizatorio occidental “se sustenta sobre unos pocos que manejan la mayoría de los recursos, mientras que la gran mayoría ni siquiera puede cubrir sus necesidades básicas”. Por tal razón, Ellacuría propone como “crucial definir un sistema de valores y una norma de vida que tenga en cuenta a todo ser humano”.

Las vidas de estos dos españoles de nacimiento, pero salvadoreños por nacionalización, fueron cercenadas el 16 de noviembre de 1989. Entre 1981 y 1983, González Urrutia se desempeñó como primer secretario de la embajada venezolana en San Salvador. Desde allí, junto a Leopoldo Castillo, colaboró en el entrenamiento de estos terroristas.


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