De San Remo a Caracas


Un término que ha sonado en los últimos años, en torno al tema de las redes sociales, es el de influencer, ese personaje con una amplia audiencia en el ámbito digital, y cuya popularidad —supuestamente— se convierte en credibilidad para intervenir en la toma de decisiones de sus seguidores. Sin embargo, el único criterio que hace pensar que estos actores ejercen algún tipo de poder es el número de followers, lo cual a su vez pone en duda su verdadero impacto.

En primer lugar, se ha comentado mucho que el número de seguidores de estos personajes, además de ser un cálculo no verificable, está lleno de bots (followers no humanos), familiares y simpatizantes, y su existencia se restringe exclusivamente a espacio digital. Por tanto, es imposible que su “influencia” sea directamente proporcional en el mundo material.

Además, por las características del mundo digital, es decir, global, sin fronteras, sin distinción de clases y no ubicado geográficamente, dichas audiencias no toman sus decisiones en el mismo espacio material desde donde dicho personaje hace su muy particular ejercicio de comunicación.

Asimismo, las audiencias ubicadas geográficamente difieren mucho unas de otras. No es lo mismo ser cantante o cineasta y colocar tu producto en Estados Unidos que en Honduras, pues el mercado del primero agrupa más de 300 millones de personas y el segundo un poco más de 10.

Por último, si un influencer cuenta chismes, habla de moda, conversa sobre gastronomía, le gusta el cine, recorre lugares turísticos, etcétera: ¿Qué hace pensar que su “influencia” puede funcionar en un área distinta, como por ejemplo la política?

Por ello, ha sido un error, evidente y cuestionable, que opciones políticas confrontadas en el restringido espacio nacional hagan uso de influencers venezolanos que no viven en el país, que hacen vida activa solo en espacios digitales y que pertenecen a áreas de acción distintas a la cual pretenden influir, como en el ámbito político-electoral. Ejemplos sobran.

Esto solo da muestra de dos posibles razones. No conocen el marketing electoral o, al contrario, saben que la confrontación política en Venezuela no es estrictamente nacional o localizada geográficamente en el país, sino que es una batalla que se está librando en el ámbito geoestratégico mundial y es allí donde las redes sociales sí tienen influencia y mucha

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