La prolongada crisis de una Libia fragmentada


El 25 de agosto, el gobierno de Bengasi, este de Libia, anunció que había suspendido toda la explotación y exportación petrolera, poniendo un acento más en la disputa que mantiene con el gobierno de Trípoli, como una muestra más de la profunda fragmentación en la que se encuentra ese país africano luego del asesinato de Muamar Gadaffi en 2011, atizado desde occidente.

Las razones de la suspensión fueron “los acontecimientos relacionados con el Banco Central de Libia”, según informó en su momento la Agencia Libia de Noticias (ALN) en un comunicado y respondía a que el ejecutivo instalado en la capital, reconocido por la Organización de las Naciones Unidas, intentaba sustituir al gobernador del ente financiero, Sadiq al Kabir, quien se negó a dimitir.

El 18 de agosto, el Consejo Presidencial, cuyo jefe es Mohamed al-Menfi, aprobó remover a Kabir, quien ha sido crítico con esa gestión y sustituirlo por Mohamed Al Shukri, pero por un lado este no aceptó por falta de consenso y una semana más tarde el Gobierno de Estabilidad Nacional (GEN) designado por el Parlamento, con sede en el este y bajo el control del mariscal Jalifa Haftar, tomó la decisión de suspender la producción, decretando “estado de fuerza mayor en todos los yacimientos petrolíferos, puertos e instituciones”.

La suspensión ha provocado una caída de alrededor del 63% de la producción de crudo, según la Corporación Nacional de Petróleo (NOC), desde la cual se subrayó que no tienen nada que ver con la medida, la cual puede generar el deterioro de las infraestructuras y difumina “los esfuerzos para alcanzar el plan de aumento de la producción” que se han planteado.

El Banco Central es el que administra el financiamiento del Estado, cuyas reservas en divisas provienen fundamentalmente de sus ingresos petroleros y en 2023 aprobó su reunificación, tras un proceso supervisado por una empresa auditora estadounidense. Un paso importante tras más de una década de conflictos.

Con más de 41,5 millones de barriles, las reservas de petróleo de Libia son las más grandes de África y novenas más grandes del planeta.

País dividido

“¡Venimos, vimos y murió!”. Así fueron las primeras expresiones, en suerte de festejo macabro, de la entonces secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, cuando el 25 de octubre de 2011 le confirmaron el asesinato del líder libio Muamar al-Gadaffi, promovido, estimulado por los países occidentales miembros de la Otan.

Wikileaks publicaría en enero de 2016 los correos electrónicos intercambiados entre la propia Clinton y el entonces presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, en los cuales se revelaba que el principal motivo para promover la invasión de Libia, el derrocamiento y asesinato de Gadaffi, fue que este tenía intenciones de establecer como moneda de reserva internacional de África una divisa respaldada en oro, para competir con el euro y el dólar.

Sus inmensas reservas de petróleo, obviamente, también fueron un factor de preponderancia.

Fue el punto de inicio de la fragmentación de un país que especialmente desde 2014 ha estado sometido a un largo proceso de guerras internas, con decenas de miles de muertos, en el cual el mariscal Haftar ha logrado tomar importantes posiciones, logrando desde Bengasi el control de los campos petroleros, cuya producción permaneció interrumpida hasta septiembre de 2020.

El 23 de octubre de ese año, los dos bandos en conflicto firmaron un alto el fuego permanente, que ha permitido mantener una volátil estabilidad, en la cual según el saliente representante de la Misión de Apoyo de la ONU en Libia, Abdoulaye Bathily, los líderes de la transición “están muy contentos con la situación actual, en la que pueden repartirse entre ellos los frutos del gobierno”.

El funcionario aseguró que en ese país “hay más pobreza e inseguridad y menos democracia” y además “es casi un supermercado de armas”.

La próspera nación en tiempos de Gadaffi

Pese a que la propaganda occidental lo tildaba de “dictador”, como suele ocurrir cuando un mandatario no responde a sus intereses, Muamar Gadaffi convirtió a Libia en un modelo a seguir en el continente africano, de acuerdo con algunos analistas.

El internacionalista venezolano Basem Tajeldine, en declaraciones para Telesur en 2021, resaltaba que el líder unificó a su nación, fortaleciendo la institucionalidad entre otras cosas con la creación de ministerios.

Además, nacionalizó la industria petrolera para distribuir las ganancias del crudo, construyó vías de comunicación e impulsó una agenda social, mientras en el orden internacional fomentó la cooperación de los países de su continente a través de la Unión Africana, fundada en mayo de 2001. Gadaffi, quien visitó Venezuela en septiembre de 2009 para una cumbre Sudamérica-África, impulsaba la creación de una moneda única sustentada en el oro, lo cual fue una de las causas de su derrocamiento.

El activista irlandés-palestino contra la guerra, Kenneth Nichols O’Keefe, recordaba que en sus 42 años de mandato, la electricidad comenzó a llegar de manera gratuita a la población, además de los servicios médicos, mientras que la alfabetización creció de 5 a 83%.

La vivienda era considerada un derecho humano, por lo que los recién casados recibían un bono de 50.000 dólares para adquirirla; en materia agrícola, a quienes cultivaban la tierra el Gobierno les daba créditos.

Gadaffi y el comandante Chávez.

La invasión de la Otan inició el camino de la destrucción

La situación actual de Libia, con una volátil estabilidad en medio de los conflictos entre el bando de Bengasi y el de Trípoli, además de su destrucción, mucho tiene que ver con la invasión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) en 2011.

El 19 de marzo de ese año inició una operación militar, amparándose en la resolución 1973 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobada dos días antes, que autorizaba a tomar “todas las medidas necesarias” para supuestamente proteger a los ciudadanos luego del derrocamiento de Gadaffi.

En Bengasi, la segunda ciudad en importancia de Libia, comenzaron destruyendo el puerto y el aeropuerto, dejando a miles incomunicados.

La Otan, durante los 7 meses que duró su invasión, efectuó 10 mil misiones de ataques con 40 mil bombas y misiles, asesinando a 120 mil libios, de acuerdo con cifras suministradas por la Cruz Roja Internacional.

De esa intervención se fragmentó el país, para llegar a la situación actual en la cual se sostienen dos gobiernos, uno, el de Trípoli, reconocido por la ONU, y el que tiene su asiento en Bengasi, controlado por el mariscal Jalifa Haftar, quien ya en el pasado incluso ha dirigido sus tropas con la intención de tomar la capital.

La Otan y sus intereses en Libia.


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