El Nobel de la paz para el odio


“Cada vida es valiosa, por eso cada nacimiento merece celebración sin importar las circunstancias. ¡Así que celebremos los más de 60.000 bebés palestinos nacidos durante estos doce meses y esforcémonos por crear el mundo pacífico que merecen!”. Así reza la campaña mundial Your Life Matters que nos invita a celebrar el nacimiento milagroso de miles de niños en un territorio que ha sido objeto de uno de los genocidios más terribles de la humanidad. Un genocidio que, en vano, intenta acabar con la vida de las madres palestinas, con el fin de que no sigan pariendo la estirpe gloriosa de los combatientes y las combatientes de la Resistencia.

Digo milagroso porque a pesar de que los sionistas han arrojado en apenas un año cerca de 100 mil toneladas de bombas en la Palestina ocupada, asesinando más de 41 mil personas, casi la mitad de ellas niñas, niños y mujeres. A pesar de semejante calamidad, persiste la vida y el deseo de vivir del pueblo palestino. Las sirenas, el motor de los drones, el espantoso chirriar de tanques y tractores, las explosiones y balas no logran silenciar el llanto liberador de los recién nacidos.

Nada detiene el florecer de la vida en Gaza y Cisjordania. La Palestina histórica se aferra a sus olivos y el vientre materno no deja de dar a luz la esperanza en la victoria definitiva. Milagroso digo, porque más de 60 mil almas han venido al mundo en esa tierra donde ha llovido despiadadamente el letal fósforo blanco. Durante todo un año los tractores del ejército ocupante han removido el pavimento de todas las calles y carreteras. Miles y miles de viviendas fueron derribadas por bombas y demoliciones sistemáticas. Sin embargo, esto y la destrucción a gran escala de la infraestructura hospitalaria, universitaria y escolar, así como de las instalaciones y mecanismos que proveen los servicios vitales como gas, agua, comunicaciones, combustible, medicamentos y energía eléctrica no le han concedido al genocida ninguna victoria militar y mucho menos moral.  La Resistencia renace y renacerá una y otra vez.

Luego de que el mundo ha visto las imágenes dantescas de un genocidio, transmitido en vivo y directo, en tiempo real, ya no es posible sostener el relato mediático de Occidente que afirma, de manera persistente y obsesiva, que los ataques despiadados en Gaza y Cisjordania -y ahora en Beirut y el sur del Líbano- por parte de las fuerzas de ocupación de ideología sionista, constituyen batallas propias de una “guerra” y son en legítima defensa.

Es una mentira desenmascarada en la que solo puede seguir creyendo aquella persona marcada por el yerro dogmático, totalitario, fundamentalista y abiertamente proselitista del sionismo. Si no, cómo se explica entonces que miles de estudiantes universitarios estadounidenses y europeos salieran a protestar contra ese genocidio, estudiantes que considerábamos alienados y manipulables, voraces consumidores de bulos y vanidades. Esto, sin duda, se debe a que el umbral de la maldad y el descaro fue traspasado sobradamente por las acciones sionistas contra el pueblo indefenso de Palestina. El mundo puede estar confundido y engañado, pero no es ciego.

No obstante, persiste la propaganda de que la operación “Inundación de Al Aqsa” del 7 de octubre de 2023, por parte de Hamas, es la causa de la desproporcionada, prolongada e inhumana represalia “bélica” de las FDI.  Desde esa misma subjetividad distorsionadora, el victimario ahora trastocado en víctima llama a que las acciones de Hamas sean declaradas “terroristas” y que sus combatientes sean degradados a la condición de “animales”, motivo por el cual es obligatorio aniquilarlos a cualquier precio, sin importar los métodos utilizados. Esta sanguinaria consigna se apoya en el “mito teológico de Josué”, el Dios exterminador que autoriza el exterminio y la destrucción masiva del enemigo, sus propiedades y animales, sin importar que las víctimas sean niños, mujeres y ancianos.

No se trata de una guerra, sino de un genocidio, un exterminio sistemático de un pueblo y su cultura. Son eventos que tienen la impronta fascista, por sus claros componentes racistas, supremacistas, expansionistas y colonizadores. Jamás podría ser considerado “guerra” el bombardeo de civiles inocentes y estructuras no militares que dan subsistencia a toda una población. Tampoco pueden establecerse los códigos de guerra si la conflagración tiene llegar entre un Estado ilegítimo colonial unilateralmente autopercibido independiente y un pueblo invadido y colonizado, al que se le niega constituir un Estado y poseer un ejército propio. Qué guerra puede ser matar a casi 20 mil niños y mujeres. En todo caso, si se trata para ellos de una guerra, cómo se explica que se violen impunemente todos los tratados internacionales en esa materia, se desatiendan las resoluciones y llamados de los organismos unilaterales.

Por otro lado, ni Hamas, ni Hezbollah pueden ser considerados terroristas porque ellos ejercen el doble derecho de defenderse; defender su tierra, en el caso del primero y, en ambos, la irrenunciable obligación musulmana de defender al oprimido y combatir a los opresores. El adjetivo “terrorista” lo acuñó el imperialismo para designar a todo grupo, pueblo, creencia, ideología o Estado insurgente y contrahegemónico. Es la chata doctrina de “si no estás conmigo estás contra mí”. Esto legítima como “nobles”, “gente de bien”, “Estados democráticos” y “justos” a todos los aliados de EEUU, sin importar sus acciones, sin importar que sean asesinos o genocidas. El genuflexo nunca podrá ser rotulado de terrorista, mientras que aquellos que están a favor del bien común, de la vida, de la paz, la justicia, de los oprimidos y de la causa de Dios son “peligrosos terroristas, criaturas inferiores o animales”.

Dicho esto, cómo seguir sosteniendo la falsa versión occidental de que el 7-OCT fue una ofensiva terrorista que tomó por sorpresa a unos incautos y apacibles ciudadanos israelíes. Son 76 años de ocupación colonial, incluso antes de 1948 ya el sionismo cometía terribles masacres contra el pueblo árabe palestino. Los colonos fueron llegando por hordas y ocupando los territorios a sangre y fuego. Siempre han sido contingentes entrenados y armados. El 7-OCT no fue otra cosa que el salto cualitativo dentro de un esquema de lucha de resistencia muy prolongado, que ha causado muchos mártires y grandes pérdidas materiales. El ayatolá Alí Jamenei, el máximo líder de la Revolución Islámica de Irán, en días pasados, durante el rezo colectivo del viernes, dijo: “El pueblo palestino tiene plenos derechos contra el enemigo que ocupó su suelo, sus tierras y sus hogares, demolió sus granjas y desperdició sus vidas… La Tormenta de Al-Aqsa es un movimiento correcto y es un derecho del pueblo palestino”.

Es decir, no estamos hablando de un evento improvisado ni espasmódico o impulsivo. Hamas ha venido ganando experiencia de combate, perfeccionando sus capacidades de inteligencia y contrainteligencia, puede construir su propio armamento de potencia limitada, pero letal por la valentía y el valor con que se usa en el terreno contra el usurpador. Nadie puede negarles a los palestinos, a los libaneses, yemeníes, iraquíes, sirios e iraníes su derecho a expulsar al invasor venido de Europa. Los sionistas, judíos o no, no forman parte de los pueblos semitas. Es una ideología ajena a esa tierra del Asia Occidental y constituir un peligro para la región y para el mundo entero, porque se trata de un fascismo orgánico, histórico, modelado durante todo el siglo XX y lo que va de este siglo en Europa y Estados Unidos. Una ideología asesina que abría como sicario defensor del modelo de vida capitalista y que se ha extendido a todos los continentes y permanece moderadamente activo como sigilosa quinta columna que actuará cuando sus intereses se vean perjudicados.

Por último, y parafraseando al mártir Sayed Hasan Nasrralah, la Resistencia radica en el pueblo, no en un solo líder o en un puñado de ellos, los procesos de lucha y emancipación vienen acompañados de una sólida voluntad colectiva, en una profunda fe, en la certeza de la victoria, en el amor por el martirio y el rechazo a toda forma de opresión. Así que mientras escuchemos el llanto de los recién nacidos tendremos la seguridad que el triunfo no está lejos. Un triunfo esperado por toda la humanidad. Por eso la vida de esos miles de niños palestinos es tan importante para el mundo entero.


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