Tomado del periódico de Bogotá llamado El Demócrata, de hace unos días, donde viene un artículo violentísimo, titulado «Sedición criminal». Dice:
«Acabamos de saber con asombro, por cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el General A. José de Sucre ha salido de Bogotá ejecutando fielmente las órdenes de su amo, cuando no para elevarlo otra vez, a lo menos para su propia exaltación sobre las ruinas de nuestro nuevo Gobierno. Antes de salir del Departamento de Cundinamarca empieza a manchar su huella con ese humor pestífero, corrompido y ponzoñoso de la disociación. Cual otro Leocadio, lleva el proditorio intento de minar la autoridad del Gobierno en su cuna, ridiculizándole y burlándose aún de su misma generosidad. Bien conocíamos su desenfrenada ambición, después de haberle visto gobernar a Bolivia con poder inviolable; y bien previmos el objeto de su marcha acelerada, cuando dijimos en nuestro número anterior, hablando de las últimas perfidias de Bolívar, que éste había movido todos los resortes para revolucionar el Sur de la República. Pero hablemos de lo que actualmente sucede.
Va haciendo alarde su profundo saber… Se lisonjea de observar una política doble y deslumbradora. Afirma que los liberales y pueblo de Bogotá, es lo más risible, o más ridículo que ha visto. En fin, osa decir, denunciando sus aleves intentos, que si todos los pueblos son así, está seguro de cantar victoria en todos ellos. Dice además contra el Gobierno, que el actual Excmo. Vicepresidente de la República sólo tiene capacidad para oír demandas verbales; que carece de talentos para intervenir en el Gobierno, pues actualmente no sabe lo que deba hacerse; niega la aptitud de todos los Ministros y tiene el descaro de asegurar que en toda la Nueva Granada no hay quien pueda desempeñar esos destinos. Se burla de que se piense en la restauración del orden, y manifiesta su conato, su decisión por separar los pueblos del Sur.
Sería difícil marcar cuál de estas dos aserciones es más fatua, más atrevida, más subversiva, más calumniosa, más llena de esa voraz ambición que le destroza las entrañas, y que en vano procura cubrir con una risa falaz y maligna. ¡Ved, colombianos, el más digno de los Generales de Colombia! Pero él tiene razón cuando dice que en vano se procura restablecer el orden; él está al cabo de todos los planes para insurreccionar las tropas, él mismo es un agente de la intriga, él ve en la generosidad de nuestro gobierno apenas debilidad e ineptitud. Ya empiezan a germinar las consecuencias de no haberse permitido al pueblo, el 7 del corriente, amarrar a todos los factores descubiertos del motín que dio ocasión a la alarma de aquel día, para juzgarlos y castigarlos, probados que hubieran sido sus crímenes. El 7 de mayo pudo haberse hecho célebre en nuestros anales destruyendo del todo las esperanzas de Bolívar y asegurando la estabilidad de Colombia. Bolívar es hoy un Vesubio apagado, pronto a romper su cráter vomitando llamas de odio, de destrucción y de venganza… Su explosión es temible y puede lanzar al Gobierno republicano y a la libertad al caos del olvido. Sucre, Carreño, Luque, Portocarrero y otros pérfidos mariscales, son bocas que verterán la sangre, terror y espanto de que está hirviendo el fondo de aquel volcán.
Los pueblos del interior, que sirven obedientes al Gobierno y sin peligro, no tendrían motivo de armarse, pero afortunadamente se levantan batallones con qué auxiliar, su fuese preciso, a nuestros compatriotas del Sur, bien oprimidos aún por el General Flores. Las cartas del Sur aseguran también que este General marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso General José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastusos. Puede ser que Obando haga con Sucre, lo que no hicimos con Bolívar».
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