7 lecciones para ser feliz


Todos, o casi todos, en algún momento de nuestra relación de pareja, nos hemos preguntado si estamos con la persona ideal, es decir, si somos realmente “compatibles” o no.

Cuando éramos chamos, había muchos trucos para descifrar este enigma: el clásico “me quiere, no me quiere” mientras arrancábamos uno a uno los pétalos de alguna flor o los cientos de cuestionarios de las revistas ‘Tú’ o ‘Seventeen’.

Luego, surgieron aplicaciones que nos arrojaban % de compatibilidad y/o éxito dependiendo de la fecha de nacimiento, los nombres, o una serie de preguntas.

Tiempo atrás en esta columna también hablamos del cuestionario de 36 preguntas necesarias “para generar intimidad de forma gradual” elaborado por el psicólogo Arthur Aron.

Pero hoy se ha viralizado en redes sociales, una nueva medición: La “teoría de la servilleta”, una técnica secreta de los mesoneros para saber si una relación irá viento en popa o no.

El método, que consiste básicamente en observar como usan los servilletas mientras comen, nació en un restaurante a 18 kilómetros de Barcelona, España.

Según estos trabajadores, una pareja es considerada compatible cuando uno de los dos utiliza muchas servilletas y las deja arrugadas por la mesa, mientras que el otro se mantiene fiel a una sola servilleta, cuidándola durante toda la cena.

La “noticia” no tardó en generar múltiples reacciones incluidos los famosos memes. Pero también, más de uno se animó a compartir sus experiencias y resultados, ya sea como observadores, o poniendo a prueba el método durante sus propias citas.

Obviamente los más serios señalaron lo evidente: la poca rigurosidad científica detrás del método, que probablemente sea una simple estrategia publicitaria, y la necesidad de ir a terapia, etc, etc.

Pero, en realidad, el trasfondo de esto, trae par de hechos importantes a colación:

El distinto manejo de las servilletas entre dos personas simplemente refleja que cada uno puede mantener sus costumbres, por muy diferentes que sean de la otra persona, sin recoger las servillas del otro, molestarse, etc, al contrario: respetándose y queriéndose tal y como son.

Lo mismo pasa con la llamada “teoría de las aceitunas” mencionada incluso en la serie ‘Cómo conocí a tu madre’, la cual sugiere que si a uno de los miembros de la pareja le gustan las aceitunas y al otro no, es una señal de afinidad, pero en realidad refleja la importancia de preservar los gustos individuales y aceptar la diversidad entre ellos.

Bien podríamos los venezolanos hacer teorías sobre aceitunas o pasitas en el pan de jamón ¿no?

De hecho, justo antes de sentarme a escribir esta columna, fui por un helado. Mientras esperaba mi turno, vi a una pareja ordenar. Ella quiso samba con oreo más leche condensada y él solo pidió “guanábana con guanábana”.

Mientras yo pensaba “que dulcera y que aburrido”, ellos agarraban sus vasitos y se iban felices, ignorando mis prejuicios, sin atacarse por sus preferencias personales.

Sé muy bien que el tema se siente distinto cuando el otro es diabético, hipertenso, o tiene tal o cual problema de salud, etc, y uno no quiere que coma pollo frito sino a la plancha. Pero con el tiempo he tenido que aceptar, a regañadientes, con muchísimo esfuerzo, a carajazos, que el otro es responsable de sus decisiones, aunque le hagan y nos hagan daño.

En fin, estas teorías, aunque puedan parecer triviales, y muchas lo sean, también ofrecen una perspectiva más sobre la interacción humana y las dinámicas de pareja.

Por ejemplo, la fulana “teoría del carrito de la compra”, según la cual devolver el carrito al lugar indicado en el supermercado no solo es una tarea física simple que podemos o no hacer, sino también una suerte de “prueba moral”.

De acuerdo con esta teoría, las personas que optan por devolver el carrito lo hacen porque creen que es una acción considerada/correcta, con lo cual muestran una especie de “civismo” o “empatía”, una muestra de que están dispuestos a cumplir con ciertas “normas” básicas sin la necesidad de que lo obliguen o coaccionen a hacerlo.

Lo mismo aplica a la bandejita en la feria de comida, la basurita en la calle, atravesar el carro o no, etc. Por ejemplo, hace días me pasó algo muy pendejo: pisé un cliché en la calle. No se imaginan mi malhumor. No por la paridera para despegarlo, que también, sino por preguntarme: ¿qué imposibilita a la gente a pensar en los demás?

Suerte con las servilletas y… fíjense también en cómo trata el otro al mesonero, etc.

Por: Jessica Dos Santos / Instagram: Jessidossantos13

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