El libro Cuestiones de historiografía venezolana, publicado por Germán Carrera Damas en 1964, examina de forma concisa lo que ha sido la trayectoria, hasta ese momento, de la historiografía nacional. El cómo nació, el sentido ideológico y metodológico de la misma y su vinculación inicial con el poder.
Para Carrera Damas, la historiografía republicana-nacional “nace como el hecho de una sociedad que viene de la guerra, cuenta sus hazañas y justifica su acción. De allí que predominen en ella el carácter heroico, el sentimiento antiespañol y la visión narrativa-épica”. Es así que en un primer momento la reconstrucción del pasado se vinculó con la Guerra de Independencia y con los recuerdos que los vencedores establecieron para avalar el nuevo régimen republicano.
Se estaba entonces ante una historia primaria basada en remembranzas selectivas (O’Leary, Palacio Fajardo, José Félix Blanco, Yanes, Urdaneta, Feliciano Montenegro), que luego daría paso a una obra más extensa y acabada como lo fue el Resumen de la historia de Venezuela de Rafael María Baralt, la cual sería la primera historia general de Venezuela en tres volúmenes, desde la llegada de Colón hasta 1830, publicada en 1841.
Por tanto, este tiempo primario moldeó el concepto de “historia patria” que contenía un sentir antiespañol y una exaltación heroica e intencional a los próceres. El propósito de esto era crear, desde el Estado, una conciencia nacional en función de símbolos, personajes y hechos de la independencia.
Más adelante describe el autor la unión entre la historiografía y el poder para fraguar la “historia oficial” que estructura la conciencia nacional en torno a la figura de Bolívar como padre-guía. El culto, fomentado por el Estado desde el traslado de los restos del Libertador en 1842, tuvo su acabado final con Guzmán Blanco, tanto en el ceremonial público como en el discurso político.
La producción historiográfica giró fundamentalmente sobre una narrativa descriptiva de la independencia como necesidad de encontrar en ese pasado las luces y las glorias ausentes en la sociedad del siglo XIX, abatida por el caudillismo y la guerra civil: “En este sentido, bien podría decirse que se trata de una historiografía heroica para héroes”, donde el pueblo era un actor pasivo, sujeto al desiderátum individual.
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