No puedo, ni debo serlo porque él mismo no lo es, ni puede serlo. Él es chavista y bolivariano, también es cristiano en el sentido humanista y holístico profundo de las enseñanzas del mesías y de todos y todas las grandes espiritualidades venezolanas y universales. Cada vez entiende más la enajenación de los enemigos, el “delirio de megalomanía”, enfermedad del alma que él también está en el deber de sanar. No lo va a decir en el discurso de agitación política. No tiene por qué en plena lucha. Pero Maduro está expresando lo que es: un líder histórico destinado por la providencia, que no es otra cosa que el poder del pueblo en el verbo de Chávez. Dios hecho tierra caminando. Será un místico de la política.
De manera que no soy madurista. Apoyo su trayectoria política y humana hasta donde la conozco por su discurso y actitud. Y porque cada vez más todos vamos siendo el pueblo que es Maduro y él más pueblo, el pueblo que somos nosotros.
Él sabe que un bloque histórico no se decreta, se conforma históricamente y con voluntad política. Chávez explicó la teoría de Gramsci, ante millones de personas de nuestro pueblo en 2007. Tiene Chávez la versatilidad mental de ver las coincidencias teóricas donde los estudiosos necesitan encontrar contradicciones para afirmar sus posturas y el entramado de poder colonial académico.
Nicolás también tiene ese pensamiento complejo, porque seguramente los políticos de visión mística o cuántica tienen la posibilidad de leer la teoría y la realidad como una totalidad.
En el discurso de toma de posesión de Chávez estaban los presidentes invitados y la cámara paneó a los mandatarios con caras de muy interesados todos, pero Fidel estaba allí tomando notas en su cuadernito. Estaba estudiando.
No quiero ser injusto, pero veo pocas personas estudiando en los discursos de Nicolás Maduro, la mayoría de las que estudian son mujeres y la mayoría no son jóvenes. Se nota que no son del segundo anillo de fuerza (según Maduro en el primer discurso) y posiblemente “se lo sepan todo.”
En fin, queda mucho por discutir y construir. No soy madurista, soy pueblo que es decir soy Chávez y Maduro, no somos ni podemos ser otra cosa quienes creemos en la suprema felicidad posible, yo diría que más de 90% de la población. Vamos por los que faltan y enfoquémonos en la juventud, para que asuma lo sagrado de la política.
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