El Nobel de la paz para el odio


En la serie “Entender la colonia” nos hemos tomado ciertas licencias para interpretar un pasado, conscientes de que buena parte de las fuentes oficiales han sido censuradas, reconstruidas y controladas por el andamiaje institucional del invasor-vencedor: El tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, Consejo de Indias, etc.

Son pocas las  fuentes escritas y las voces autorizadas que se le escaparon al aparato de control y cohesión social de la época y que permitieron develar y conocer con la perspectiva de hoy, la guerra psicológica, cognitiva, híbrida y el exterminio a la que fueron sometidos los pueblos ancestrales. (No solo por los españoles sino por los británicos, estadounidenses, etc.).

Es un pasado que vive presente. Recientemente desde la supremacía negacionista, el ministro de Relaciones Exteriores de España Josep Borrell, sobre el exterminio de los pueblos ancestrales en Estados Unidos, salió en defensa de los yanquis y dijo: “Lo único que hicieron fue matar a cuatro indios”.

En su libro Historia del Nuevo Mundo (1565), el viajero y comerciante milanés Girolamo Benzoni (1519-1572) nos cuenta que “en la zona de Maracapaná, en la costa oriental de Venezuela, el capitán Pedro de Cádiz regresó con cuatro mil esclavos tras recorrer setecientas millas. Y un detalle que pocos cronistas cuentan: «No había jovencita que no hubiera sido forzada por sus captores, por lo que con tanto fornicar había españoles que enfermaban gravemente». El padre Simón, cronista de Nueva Granada, explica que una de las razones del alzamiento de los indios Cuicas en 1556 fue el abuso sobre sus mujeres,  protagonizado por algunos jóvenes soldados del retén de la recién fundada ciudad de Trujillo: «[…] y aprovechándose de sus mujeres é hijas tan desvergonzadamente,  que no se recataban de poner en ejecución sus torpes deseos dentro de las mismas casas de sus padres y maridos, y aun á su vista”.

La guerra híbrida contra los pueblos ancestrales no solo fue terror, tortura y muerte, también incluyó la conquista de la mente: la narrativa de la evangelización sembró y cultivo la noción del pecado, el miedo y la culpa. La implantación del “Viejo Mundo” en el “Nuevo Mundo” requería de un cambio cultural y se ayudó con el catecismo (1581) trilingüe: español, quichua y aymará. La guerra híbrida viene de lejos.


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