Un estudio reciente afirma que hay un vínculo entre la temperatura ambiente del hogar y la capacidad cognitiva en adultos mayores que causa deterioro de la misma.
Científicos del Instituto Marcus de la Escuela de Medicina de Harvard en Estados Unidos hallaron que las temperaturas fuera del rango de 20 a 24 centígrados pueden duplicar la probabilidad de dificultades de atención, refieren agencias.
El estudio observacional longitudinal siguió los patrones de 47 personas mayores de 65 años en un entorno real durante un año, en Boston, Massachusetts, y arrojó que la variación de la temperatura de 4 °C puede incrementar al doble la probabilidad de problemas cognitivos.
Al respecto, Últimas Noticias consultó al neurólogo Ernesto Guerra, quien señaló que este efecto es por un esfuerzo fisiológico que hace el cuerpo para poder mantener su temperatura interna en condiciones de frío o calor extremos, lo que reduce el flujo sanguíneo cerebral y, por ende, perjudica procesos cognitivos esenciales.
Dijo que “la evidencia adicional muestra que temperaturas elevadas pueden incrementar el estrés térmico, desencadenar deshidratación y alterar funciones cognitivas como la memoria de trabajo, mientras que el frío intenso puede ralentizar el procesamiento mental”.
De acuerdo con el médico, la cognición humana no opera en compartimentos aislados y los impactos de la temperatura abarcan más allá de la atención. Resulta que estudios han demostrado que las temperaturas extremas también afectan la memoria a corto plazo y la memoria de trabajo.
El calor o frío intensos son factores que alteran las capacidades de almacenar y recuperar información, así como la velocidad de procesamiento mental, ya que pueden reducir la agilidad mental y la rapidez para tomar decisiones, apuntó.
Otro de los impactos se ve en las habilidades ejecutivas, que son tareas complejas que requieren planificación, organización y autocontrol.
Todo esto son “déficits que pueden traducirse en errores cotidianos como olvidar medicamentos, confundir nombres o dificultar la toma de decisiones financieras, afectando la calidad de vida”, puntualizó.
El neurólogo indicó que, aunque cualquier grupo puede sufrir las consecuencias de las temperaturas extremas, los adultos mayores de 65 años son más vulnerables.
Precisó que pueden experimentar una disminución de la termorregulación debido a que con la edad el cuerpo pierde eficiencia para mantener su temperatura central frente a variaciones externas.
Además, se puede experimentar mayor prevalencia de comorbilidades porque enfermedades como la diabetes, hipertensión o demencia se exacerban ante los efectos del estrés térmico.
Acotó que los niños y niñas más pequeños también son vulnerables, pero la incidencia en los adultos mayores es particularmente preocupante a razón de sus necesidades médicas y menor resiliencia fisiológica.
Recomendaciones
El neurólogo recomienda controlar la temperatura del hogar y utilizar sistemas de calefacción y aire acondicionado para mantener el rango óptimo de entre 20 a 24 °C.
Consideró que es importante la incorporación de tecnologías inteligentes con termostatos programables y sensores de temperatura que se ajustan automáticamente al ambiente, y que se promuevan políticas públicas que garanticen apoyo financiero para los abuelos.
Asimismo, recomienda una hidratación adecuada, bebiendo suficiente agua, especialmente durante olas de calor, porque es esencial para prevenir problemas asociados con la deshidratación.
Para Guerra, la educación comunitaria es otro aspecto fundamental. Se debe crear conciencia sobre mantener un entorno térmico saludable, más que todo para quienes cuidan a los mayores.
Por otra parte, reiteró que una temperatura óptima de entre 20 y 24 °C ofrece un equilibrio térmico que minimiza el estrés fisiológico y protege las funciones cerebrales, incluso bajo amenazas del cambio climático.
Según declaró, los autores de este estudio han hecho énfasis en que el cambio climático aumenta la frecuencia y severidad de las temperaturas, lo que “representa un desafío particular para adultos mayores, quienes son más vulnerables tanto física como cognitivamente a las fluctuaciones térmicas”.
Investigaciones en laboratorios ya habían establecido un vínculo causal entre la temperatura y función cognitiva, pero faltaba explorar cómo en entornos domésticos bajo el control de los propios residentes afectan el rendimiento cognitivo.
Llamado a la acción
El impacto de las temperaturas en el deterioro cognitivo no es solo un problema médico, sino también un tema de justicia social, subrayó el doctor Guerra, quien precisa que las poblaciones más vulnerables, incluidas las de bajos ingresos, son las que enfrentan el doble desafío de lidiar con entornos poco adaptados y recursos limitados.
Por tanto, se debe llamar la atención de las autoridades y comunidades para que actúen en garantizar que las personas mayores puedan vivir en hogares climatizados que favorezcan su salud y bienestar. Aunque el número de participantes en el estudio es pequeño y podría limitar la generalización de los hallazgos, ofrece una perspectiva inicial valiosa.
La metodología utilizada se centró en hacer un monitoreo de la temperatura ambiental en los hogares. Los participantes informaron sobre sus dificultades para mantener la atención.
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