El Santo Cristo de Aranza lleva 470 años mirando a Maracaibo


Con 470 años vigilando la entrada del puerto de Maracaibo, la Capilla del Santo Cristo de Aranza, se convirtió en lugar de peregrinación en el asueto de Semana Santa.

Los feligresía católica, convirtió el edificio religioso más antiguo de Maracaibo en centro de visita obligado, dadas las increíbles historias que rodean el emblemático templo, que desde siempre, ha estado en la colina de lo que se conoce hoy como la calle 110 de Haticos por Arriba, en la parroquia que recibió el nombre, de manos de la reliquia que se guarda en la antiquísima capilla: El Santo Cristo de Aranza.

Luis Barroso, eterno colaborador de la religiosidad en torno a la capilla, recuerda que desde que tenía nueve años, anduvo revoloteando los espacios sagrados, convirtiéndose hoy en el guía turístico, histórico y religioso del lugar.

«Esta iglesia -dice en tono pedagógico- es considerada como la primera construcción eclesiástica de Maracaibo y su nombre se debe al Cristo de Aranza, cuya imagen tiene más de 470 años de haber llegado a la ciudad, caído en un cajón de un galeón español que cruzaba el Lago de Maracaibo, frente a la villa que luego se convertiría en esta ciudad».

El Lago, el eterno camino 

Al igual que el Cristo Negro y la tablita de la Virgen de Chiquinquirá, la reliquia del Santo Cristo de Aranza, llegó también por la ruta dada por el Lago de Maracaibo.

Barroso, tiene la palabra de los cronistas a flor de labios y comenta, abarcando con la mirada los alrededores de la blanca capilla que «desee aquí, antes, se abarcaba con la vista, lejos hasta el Lago de Maracaibo y en una ocasión unos indios, parte de la misión que aquí se encontraba, vieron caer de un barco español una caja y la fueron siguiendo con la vista, y rápido, por el sistema de túneles bajo la capilla, ya sellados y que llegaban a la playa, lograron sacar la caja del agua y cuando la abrieron, allí estaba el Cristo».

Tallada en madera

La reliquia, en su tipo solo hay dos en el continente, «una en México y la nuestra aquí en Maracaibo», refiere con orgullo Luis Barroso.

La imagen está tallada en madera y posee dientes y lengua, donde fueros escritos en incomprensibles palabras, textos aún por descifrar.

«Fue construida en 1555 con palmeras y paja, según un documento hallado bajo el suelo de la iglesia por el investigador Agustín Pérez Piñango y traducido por el padre Teolindo Vale», señaló el guía sacristán.

En 1813 es restaurada por José Díaz Varela, pues durante la Guerra de Independencia sirvió de depósito de armas y uniformes.

Hoy, en sus paredes se encuentran tumbas muy antiguas, entre ellas la de la familia Guruceaga, fallecidos en 1882, y quienes fueron propietarios de las tierras donde está ubicada la capilla, además de la tumba del pastor de la iglesia fray Maximiliano de Finestra, enterrado en 1884.

Desee la pequeña colina, como lo viene haciendo desde hace más de cuatro siglos, el Cristo de Aranza siempre vigila, expandiendo su manto de gloria sobre la ciudad amasada por el sol.


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