La computación cuántica se perfila como una de las grandes revoluciones tecnológicas del siglo XXI. Sin embargo, su complejidad y el exceso de promesas han generado más confusión que certezas. ¿Qué es realmente esta tecnología? ¿Qué puede lograr y qué obstáculos enfrenta?
A diferencia de la computación clásica, basada en bits que representan 0 o 1, la cuántica utiliza cúbits, que pueden estar en múltiples estados simultáneamente gracias a la superposición.
Además, los cúbits se comunican mediante el entrelazamiento cuántico, lo que permite una capacidad de procesamiento mucho mayor.
¿Cómo funciona y qué la hace diferente?
Los cúbits aún están en fase experimental. No existe un estándar universal, y las tecnologías varían desde circuitos superconductores hasta partículas exóticas como los fermiones de Majorana.
Algunas requieren temperaturas cercanas al cero absoluto, mientras otras funcionan a temperatura ambiente.
Retos técnicos por resolver
La decoherencia —la pérdida de los estados cuánticos— es uno de los principales desafíos. Para corregir errores, se necesitan cúbits redundantes, lo que complica la escalabilidad.
Aunque algunos procesadores ya superan los 1.000 cúbits, se necesitarán millones para aplicaciones prácticas.
Gigantes como IBM, Google, Intel y startups especializadas compiten por liderar el desarrollo. En 2024, IBM presentó Heron R2 con 156 cúbits, mientras Atom Computing alcanzó los 1.180. D-Wave supera los 7.000 cúbits, aunque con una tecnología específica para optimización.
Las aplicaciones más prometedoras están en la simulación de sistemas físicos y químicos, y en la criptografía. Sin embargo, expertos advierten que su impacto será complementario a la computación clásica, no sustitutivo. La visión más prudente sugiere que será útil en nichos especializados.
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