El 7 de agosto entró en vigor la nueva y denominada “tarifa de reciprocidad” del Gobierno de Estados Unidos, que impone gravámenes de entre el 10% y el 41% a 69 países y territorios, elevando el arancel efectivo medio hasta el 18,3%, el nivel más alto en casi un siglo. La medida, presentada como una estrategia de “defensa comercial”, es vista por buena parte de la comunidad internacional como una escalada del proteccionismo que amenaza con lastrar la economía global y, al mismo tiempo, infligir a Estados Unidos un daño de retorno cada vez más evidente.
En abril, la Administración estadounidense anunció un arancel general del 10% para todos sus socios comerciales, con recargos adicionales para aquellos con los que mantiene un mayor déficit. Tras varias rondas de negociación y aplazamientos, la medida entró en vigor este mes. Pero la pregunta es inevitable: ¿realmente gana Estados Unidos con esta estrategia? Numerosos análisis apuntan a que la respuesta es negativa. Las represalias de varios socios han cerrado mercados a productos estadounidenses; las empresas ven deteriorarse sus márgenes; las cadenas de suministro sufren fracturas; y los consumidores se enfrentan a precios más altos y a una inflación persistente.
Expertos citados por medios locales sostienen que Washington utiliza esta política como moneda de cambio en las negociaciones y como herramienta electoral ante los próximos comicios de medio mandato. Sin embargo, los costes son ya visibles. Según Yahoo Finance, los efectos negativos de la política arancelaria se aceleran, y varios organismos internacionales advierten de que la economía estadounidense se aproxima peligrosamente a la recesión.
La industria manufacturera ofrece un primer termómetro. El índice de gestores de compras del sector cayó en julio por quinto mes consecutivo, con cerca del 79% de las ramas manufactureras en contracción, frente al 46% en junio. Según The Wall Street Journal, la incertidumbre generada por la política comercial se traduce en un debilitamiento casi generalizado de la actividad industrial.
El mercado laboral tampoco escapa al impacto. La tasa de paro subió al 4,2% en julio, y la duración media del desempleo alcanzó su nivel más alto en más de tres años. Los datos de creación de empleo de mayo y junio fueron revisados drásticamente a la baja, y el índice de empleo del sector manufacturero marcó su peor registro en cinco años. La revista Time califica de “ilusión” la idea de recuperar empleo industrial a golpe de arancel.
En materia de precios, la presión inflacionaria persiste. El índice de gasto en consumo personal, uno de los indicadores clave, creció un 2,6% interanual en junio, superando el objetivo del 2%. La Federación Nacional de Minoristas advierte que los sobrecostes de importación acabarán repercutiendo en los consumidores y erosionando la competitividad empresarial. Un estudio de la Universidad de Yale estima que los precios aumentarán un 1,8% a corto plazo, lo que equivaldría a una pérdida de 2.400 dólares anuales por hogar, mientras que casi la mitad de las empresas prevén recortes de plantilla o cierres.
Grandes corporaciones como Whirlpool, Procter & Gamble o Apple ya sienten el golpe. El consejero delegado de Apple, Tim Cook, ha alertado de que la compañía podría perder 1.100 millones de dólares en el trimestre por efecto de los aranceles. Según cálculos de AXA, el PIB estadounidense podría verse reducido en 0,75 puntos porcentuales en los próximos 12 meses, y en hasta un punto para finales de 2026.
La dimensión reputacional tampoco es menor. Joseph Stiglitz, Nobel de Economía, sostiene que “la palabra de Estados Unidos ya no vale nada” en el escenario internacional. Un informe de Deutsche Bank señala que este tipo de medidas agresivas debilitan el papel del dólar y aceleran una tendencia hacia la “desamericanización” de los flujos comerciales.
Mientras tanto, China publica datos que muestran un comercio exterior al alza en los primeros siete meses del año, con incrementos de intercambio con ASEAN, la Unión Europea, África y Asia Central. Este contraste sugiere que la apertura y la cooperación siguen siendo la vía más segura para el crecimiento mutuo.
La historia ofrece advertencias claras. En los años treinta, la imposición por parte de Washington de aranceles a más de 20.000 productos provocó represalias en cadena, contrayendo el comercio mundial en más del 60% y arrastrando a la propia economía estadounidense a la Gran Depresión. Repetir ese error, un siglo después, sería algo más que una ironía: sería una irresponsabilidad histórica.
Por Lei Xiangping, corresponsal en China Media Group
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