La somatización es un fenómeno en el que la ansiedad se transforma en síntomas físicos. Se experimentan dolores y sensaciones que muchas veces no tienen explicación clínica clara, pero que son el grito de alerta del cuerpo ante una mente abrumada. Con la percepción de una amenaza real o imaginaria el sistema nervioso simpático se activa.
Esto libera hormonas como el cortisol y adrenalina que forman parte del mecanismo que nos prepara para la acción, acelerando el corazón para bombear más sangre a los músculos, la respiración se hace rápida y superficial para captar más oxígeno, los músculos se tensan y la digestión se hace más lenta. Esto produce trastornos gastrointestinales, calambres, síndrome del intestino irritable, sensación de nudo en el estómago, dolores crónicos en cuello y espalda, cefaleas y migrañas, bruxismo, sensación de rigidez y ahogo, mareo, aturdimiento, sudoración, insomnio, fatiga, boca seca, entre otros.
Uno de los síntomas comunes es el corazón acelerado y dolor en el pecho, confundiéndose con un infarto. Estos síntomas pueden ser una señal de que necesitas atención en salud mental y un primer paso hacia la recuperación. Es importante asistir a una consulta médica para descartar la posibilidad de una afección real. Un terapeuta puede ayudar a identificar los desencadenantes de tu ansiedad y proporcionar posibles tratamientos con fármacos y herramientas para gestionarla, como aprender técnicas de relajación progresiva profunda, que disminuyen la posibilidad de somatización.
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