Trump arremete contra la libertad de expresión


En apenas ocho meses de su segundo mandato, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya ha puesto a hablar a mucha gente sobre la tendencia hacia una dictadura en su propio país, fundamentados, entre muchas otras cosas, en sus continuos y usualmente destemplados ataques a la libertad de expresión.

Hemos podido leer numerosos reportajes y análisis en los propios medios estadounidenses, referidos a la forma en la cual el casi octogenario mandatario está utilizando el poder que detenta para vengarse de sus adversarios, de aquellos a los que considera que lo perjudicaron en otros tiempos, por supuesto a los del Partido Demócrata o a quienes de una u otra forma contradicen su pensamiento o sus caprichos.

Esos mismos medios, sus periodistas, son persistentemente agredidos por un colérico presidente que no admite nada distinto a su forma de concebir el mundo y ha hecho de la amenaza una de sus armas predilectas incluso desde antes de que ganara las elecciones.
Adiós, libertad. Prácticamente desde que se juramentó en un festín parecido al de un moderno emperador, Trump ha arremetido contra la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, que para muchos es sagrada porque consagra las libertades de religión, expresión y reunión.

No tardó mucho en mostrar por dónde iba cuando a capricho propio decidió renombrar al Golfo de México, que data de 1550 y es el reconocido internacionalmente, como Golfo de América, y la agencia Associated Press (AP) se negó a hacerlo, razón por la cual excluyó a sus periodistas del pool que acompaña al presidente en los viajes en el Air Force 1. Fue incluso más allá, pues en febrero despojó a la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, una organización independiente, del derecho a seleccionar a quienes integran esa rotación, como había venido ocurriendo desde 1950.

Obsesionado por exponerse ante la opinión pública de manera permanente, pero también de que sea bajo sus términos, Trump ha protagonizado furiosas controversias con quienes le dan cobertura a sus actos.

Conocidas son sus demandas contra la cadena ABC o, más recientemente, contra el Wall Street Journal –por publicar su felicitación al pedófilo Jeffrey Epstein en sus 50 años– y al New York Times, al que calificó como “uno de los peores y más degenerados periódicos de la historia de nuestro país, que ha mentido sistemáticamente sobre su presidente favorito (¡Yo!), mi familia, mi negocio, el movimiento Maga y nuestra nación en su conjunto”.

“En conjunto, los ataques a nuestras instituciones mediáticas no tienen precedentes en la historia moderna de Estados Unidos. No se me ocurre ningún paralelismo”, escribió en ese mismo medio Víctor Pickard, un profesor de política mediática de la Universidad de Pensilvania.

Ha disparado contra todos, pasando por las universidades –a las cuales les recorta fondos acusándolas de antisemitas o “izquierdistas”, como Harvard–, presidentes, países, gobiernos, pero los periodistas son sus principales víctimas, porque los tiene a la mano.

Hace unos días, a uno de los de la ABC le espetó: “Probablemente, persigamos a gente como tú, porque me tratas injustamente”, y uno australiano corrió con similar suerte: “Estás perjudicando a Australia, y quieren llevarse bien conmigo. ¿Sabes que tu líder vendrá a verme muy pronto? Le voy a hablar de ti”.

A bordo del avión presidencial de regreso del Reino Unido, soltó otra de sus innumerables amenazas en contra de las televisoras: “Esto también debería discutirse en cuanto a las licencias. Cuando tienes una cadena, tienes programas nocturnos y lo único que hacen es atacar a Trump…. Si miras, no han tenido un comentarista conservador en años. Lo único que hacen es atacar; no pueden hacer eso, son una rama del Partido Demócrata. Leí en alguna parte que las cadenas estaban en mi contra en 97%, y aun así gané fácilmente las elecciones. Solo me dan mala publicidad o mala prensa».

El fantasma del macartismo retorna a Estados Unidos

Joseph McCarthy.

La desenfrenada oleada de persecuciones desatada por Donald Trump en contra de sus enemigos políticos o de quienes simplemente emitan opiniones que no le sean favorables, ha devuelto a Estados Unidos la sombra del macartismo, cuyo nombre se lo dio el tristemente célebre senador republicano –tal vez no por casualidad del mismo partido del mandatario–, Joseph McCarthy, quien entre 1950 y 1956 encabezó una frenética caza de brujas en contra de todos los considerados “comunistas”, figuras de todas las áreas.
En esta segunda “era trumpista”, se atribuye la calificación de “izquierda radical” a todas aquellas acciones que al mandatario le incomoden.

Así, instruyó el pasado sábado a la fiscal Pam Bondi, a través de su cuenta en Truth Social: “No podemos retrasarlo más, está acabando con nuestra reputación y credibilidad. Me han sometido a dos procesos de juicio político y me han acusado (¡cinco veces!) por nada. ¡Se debe hacer justicia ya!”.

El escritor y analista peruano Mirko Lauer, en un artículo titulado “El nuevo macartismo”, aseguró que hoy “el grito de batalla es contra los ‘izquierdistas’ y eso incluye a los demócratas, liberales, inmigrantes frescos y, finalmente, a toda la oposición al presidente y sus esbirros. Sobre todo incluye a la prensa opositora”, sentenció.

Jimmy Kimmel: el defenestrado presentador que pudo regresar

Pa Kimmel, Trump es un matón

El más reciente de los episodios de ataques a la libertad de expresión de esta nueva era trumpista fue la suspensión del programa en la cadena ABC del reconocido presentador Jimmy Kimmel por un comentario sobre el asesinato del activista conservador (racista y supremacista como el mandatario) Charlie Kirk, desatando un verdadero escándalo, aunque una semana después pudo regresar.

Luego del comentario, Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, exigió, y logró, que el programa fuera suspendido, “por las buenas o por las malas”, generando una ola de críticas, entre las cuales estuvo una carta firmada por más de 400 artistas, incluyendo figuras como Tom Hanks, en la cual se advertía que “el fascismo está aquí”.
Kimmel volvió el martes al programa, por lo cual Trump reaccionó con otra amenaza: “Creo que vamos a poner a examen a ABC por esto”.

Ese día, el presentador fue moderado: “Nuestro gobierno no debe poder controlar lo que decimos o no en televisión”.

El miércoles fue un poco más allá: “Solo Donald Trump intentaría demostrar que no estaba amenazando a ABC, amenazando a ABC”, ironizó. Antes lo había descrito como “un matón al estilo de las películas de los años 80”, nada menos.


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