- Del Amor Propio y los homenajes Del Amor Propio decía Voltaire que era como el órgano de la generación: lo tenemos en gran estima, nos causa sublimes placeres, pero lo mejor que podemos hacer con él en público es ocultarlo. Este imperativo se agudiza en caso de homenaje. Por presuntuosos que seamos, debemos rechazarlo alegando que no lo merecemos. El propio Voltaire olvidó esta precaución. Cansado de tratar de liquidarlo a punta de carcelazos, persecuciones y demandas, el Eje del Mal lo convidó a París y lo mató a sus 81 años a punta de homenajes.
- ¡Pájaro que vas volando! La Juventud del Porvenir, reunida en el Teatro Caracas, aclama al más alto, sorprendente, enigmático y audaz poeta de todos los países y todos los tiempos. Leen felicitaciones y adhesiones que llueven del orbe civilizado y del otro. Con una guirnalda de laurel que, por grande, le queda como collar, coronan al excelso Francisco Antonio Delpino y Lamas, el “Chirulí del Guaire”, humilde sombrerero y excombatiente de la Guerra Federal. Con antorchas iluminan su marcha triunfal la noche del 14 de marzo de 1885. Cargado en hombros lo llevan hacia la eternidad o quizá solo hasta su modesto rancho del Guarataro. Con infatigables serenatas le impiden el sueño, tan amigo del olvido. Algunos vocean el poema que se atribuye a su ídolo: “Pájaro que vas volando/ parado en tu rama verde/ pasó cazador, matote/ más te valiera estar duerme”.
En su dorado retiro de París, Antonio Guzmán Blanco recibe las noticias. Comprende que el homenaje no es para Delpino, sino contra Guzmán. Manda encarcelar a los organizadores, comenzando por el novelista Manuel Vicente Romero García. Ordena clausurar el diario El Delpinismo, vocero de la glorificación del poeta. Con el oro, la intriga y el paredón, Guzmán desbarató todas las sediciones. No puede enfrentarse a esta. ¿Cómo autonombrarse académico, cómo erigirse estatuas, cómo nombrarse “Ilustre Americano”, cómo ser adulado por sus intelectuales de “La Adoración Perpetua”, sin que la guasa criolla encuentre sus títulos, sus medallas, sus entorchados, sus discursos, tocados de un cierto fulgor delpinesco? Guzmán gobernará apenas un año más, de 1886 a 1887. Deja el poder golpeado por las críticas de los jóvenes redactores del periódico El Yunque. Con la muerte de su heredero político Joaquín Crespo, queda clausurada la pomposa, operática y retórica historia del Gran Partido Liberal Amarillo y de su no menos grande Déspota Ilustrado.
- ¡Viva el general Sacre! El cortejo de sesenta coches y treinta jinetes avanza majestuoso por la capital. Lo precede un gonfalonero que agita vistoso estandarte. Lo acompaña un chambelán que en purpúreo cojín porta relumbrante corona. El pueblo vitorea. Responde al homenaje el eximio Alfonso Sacre, un quincallero ascendido a general por obra y gracia de su manía de coleccionar medallitas y de atribuirse hazañas militares inventadas. Lo aclaman los estudiantes animadores de la “Sociedad Glorias del General Sacre”. El barroco cortejo se tropieza con otro pequeño desfile. Lo preside el “Águila Invicta, Siempre Vencedor, Jamás Vencido, Luz de la Patria, Titán de Acero, Héroe de las Pilitas y de Tononó”, general y presidente Cipriano Castro. Por un instante se contemplan los dos estrategas. Resuenan vivas al genio militar; los contestan mueras a los generales de pacotilla. Sería descortés preguntar a quién van dirigidos. La duda ofende. También encoleriza. Cipriano Castro encarcela a los promotores del homenaje. También cierra la Universidad Central (por primera vez en ese siglo, apenas a 22 de febrero de 1901). ¿Será que la corona de hojalata alude a la que, según un adulador “Bolívar la ambicionó, pero no merecía, mientras que Cipriano Castro la merece, pero no la ambiciona”? ¿Acaso el huracán de homenajes preludia la grotesca Aclamación, que quizá el astuto andino ya maquina? El homenaje a Sacre disuelve en ridículo la época de los guapetones rurales que invaden la capital al mando de peonadas feudales. Desde entonces sus sables, sus espuelas, sus proclamas, tendrán un irremediable carácter “Sacrado”.
- ¡Viva Zapata! Las masas colman el Poliedro de Caracas. Sobre el caricaturista Pedro León Zapata llueven ditirambos, parafernalias, hipérboles y metonimias. Se comen las uñas de la envidia los políticos que no pueden llenar un local sin movilizar autobuses y contratar un empréstito. Tienen razón. En 1988, la candidatura zapatista convoca multitudes. Sus ministros Aníbal Nazoa, Rubén Monasterios y quien suscribe ofrecemos abiertamente corrupción, caos administrativo, inmoralidad, relajo y bingos y casinos. Cansado de la mentira que todos quieren oír, el pueblo elige la verdad que todos dicen. Cuando las encuestas marcan su irresistible ascensión a 13,5% del electorado, Zapata renuncia. Esgrime el terrorífico argumento de que lo único que le interesa es ser Armando Reverón, y a eso no se llega por elecciones. Es el principio del fin del bipartidismo.
- Seguimos siendo pendejos Al notabilísimo Arturo Uslar Pietri se le escapa en televisión una palabra prohibida. Declara que en Venezuela el hombre honrado es tenido por pendejo. Los académicos legitiman el calificativo. Las mayorías se reconocen en él. Parte hacia Miraflores una “Marcha de los Pendejos”. Entona un himno con música de Un solo pueblo y letra de Rosas Marcano. El presidente Carlos Andrés Pérez se niega a recibirlos. Poco después recibe al alguacil que le trae la citación para el antejuicio de mérito.
Así como la retórica es un poder, el poder es una retórica. Mandar es apropiarse de un conjunto de símbolos que concitan obediencia: condecoraciones, títulos o promesas. La farsa política rompe el monopolio. Cuando los símbolos –como los medios de producción– pertenecen a todos, no pertenecen a nadie y dejan de ser instrumentos de opresión. La farsa ha sido la extremaunción de tres órdenes en crisis: el del despotismo liberal, el del gendarme necesario y el del demócrata necesario.
Contra la política como farsa, farsa política
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