El próximo jueves se cumplirán 75 años del asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Gómez (ascendido a coronel después de su muerte), quien presidía la Junta Militar que gobernaba a Venezuela en el año 1950, junto a Luis Felipe Llovera Páez y Marcos Pérez Jiménez. La identidad correcta fue esa. Su padre fue Román Delgado Chalbaud y su madre Luisa Elena Gómez Velutini. El crimen fue cometido por un grupo que habitaba en el barrio El Pedregal, Caracas, dirigido por Rafael Simón Urbina, quien después del derrocamiento de Rómulo Gallegos, el 24 de noviembre de 1948, regresó a Venezuela y exigió la devolución de sus bienes, lo que al serle negado, lo convirtió en “enemigo jurado” de Carlos Delgado Gómez, cuyas acciones en el mando gubernamental le habían creado sectores contrarios, tanto militares como políticos y empresariales. Destacaba el Grupo Uribante, integrado por Miguel Moreno, Víctor Cedillo y Rafael Pizani. Antonio Aranguren era uno de los resentidos, le propuso al mandatario la compra de un ferrocarril inglés con un alto sobreprecio para ser dividido entre los dos y la respuesta que recibió fue: “Que él no hacía negocios turbios, sino bajo el imperio de las leyes”.
A esto se sumó la disposición del mandatario de llamar a elecciones, lo que chocó con los objetivos de Pérez Jiménez y sus seguidores militares. Fue entonces cuando se produjo el secuestro del mandatario conjuntamente con su edecán, el capitán de navío, Carlos Bacalao, en momentos en que se dirigía al Palacio de Miraflores. Fue trasladado a la casa-quinta Maritza, en Las Mercedes, propiedad de Antonio Aranguren. Ya en el vehículo de Urbina, este le dice a Delgado que “tenía tres meses cazándolo, ya no será usted más presidente” y le arranca una de las presillas, a la vez que le ordena quitarse la guerrera.
Al llegar al sitio, a Pedro Antonio Díaz se le dispara el arma y hiere a Urbina en uno de sus pies. Bajan al secuestrado con Urbina diciéndoles que no lo mataran, pero al entrar al recinto Delgado es acribillado, mientras su edecán cae herido. Urbina es llevado a la embajada de Nicaragua, donde le pide al representante, Diego Siqueira, que lo envíe a una clínica. Al llegar el prefecto Hernán Gabaldón, en compañía de varios agentes, se llevaron a Urbina hacia la cárcel del Obispo y de ahí es trasladado por dos agentes de la Seguridad Nacional, Ramón Useche Vivas y Miguel Antonio Soto, quienes le dan muerte al prisionero en la vía que conduce a Catia.
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