Una mañana llevaba a mi hija al colegio y veo a una perra mestiza con sus cachorros, recuerdo que eran tres, me partió el alma verla allí, con cara de tristeza, hambrienta y con sus bebés, no más de un mes.
Regresé y busqué mi teléfono, comida, agua y se la llevé, le tomé algunas fotos y las publiqué para ubicar un hogar temporal o definitivo, que no llegó pronto.
Me ocupé de cuidarlos, limpiar el lugar y defenderlos el poco tiempo que estuvieron allí, ya que un vigilante amenazó con envenenarlos y me enfrenté a él, con la ley en mano y mis razones morales… humanas.
Eran tres cachorros, una hembra parecida a ella y dos machos negritos, uno peludo y uno pelo corto, mamá era “rubia”. esa misma semana, cuando fui a alimentarlos, la bebé estaba muerta, entendí que debía sacarlos muy pronto de la calle.
Así que me llevé a los cachorros y a la mamá a una jornada de adopción, de aquellas que se hacían en Las Mercedes. Ella era invisible, ni la miraban, pero Zeus, uno de sus negritos, el pelo corto, fue el afortunado. Se fue con una familia para una casa en los Naranjos.
Regresé con la mamá y el cachorro, aun sin nombres… los puse en el mismo lugar y les dejé agua y comida. Yo no podía meter dos perros más en casa. Pregunté a algunos vecinos cerca de esa calle ciega, si la querían, si podían ofrecerle un techo, pero no fue posible.
Sin embargo, uno de los vecinos, me contó que vio cómo la bajaron de una camioneta aun en movimiento, a ella y a sus cachorros, ahora entendía por qué era tan miedosa, pero a pesar de todo, se dejaba querer.
Pasaron como dos meses, jornada tras jornada cada mes y aun sin encontrar hogar. Vi la posibilidad de esterilizarlos a ambos, para darlos esterilizados. El problema era el postoperatorio. Una compañera me ayudó y me dijo yo me quedo con ella unos días y así los sacamos de la calle, yo con el bebé, al que bauticé “El Mechas” y mi compañera le puso Perla a la mamá.
Otra jornada más de adopción y llovía demasiado, mi compañera me dijo, demasiado trabajo sacar a la perra, prefiero quedarme con el cachorro y así llegó Perla a mi casa, la que fue su casa por los siguientes 14 años.
Pero no quiero adelantarme, aun no conseguían casa, porque, yo los seguía llevando todos los fines de semana a las jornadas de adopción, los publicaba en Facebook, los compartía y nada. Yo iba a casa de mi compañera buscaba al Mechas, los llevaba a la jornada y si no conseguían casa, me regresaba con ellos.
Hasta que un día, llegó una señora, muy linda, amable, recuerdo que me preguntó por el Mechas, le conté la historia y llamó a sus hijos, se fue y volvió. Era una familia hermosa que quería adoptar un perro.
Me dijeron: Queremos adoptar al cachorro. Yo me emocioné les hice miles de preguntas, pero el instinto me decía que sí. Confié y se lo llevaron. Yo saltaba de alegría, por lo menos uno encontró casita.
Al Mechas, lo bautizaron Azabache y su familia me contaba de sus aventuras con él, siempre sabía cómo estaba y pasado el tiempo ya no conversamos más, pero yo sabía, que estaban bien y que era un perro amado.
Fiel compañera
Volviendo a la historia de Perla, ella me acompañó durante todo un año a las jornadas de adopción, cada sábado y domingo, la única vez que alguien la quiso, ella no los quería, no se adaptó. Así que me la devolvieron y un día la miré y le dije: Perla, eres mi niña, ya no te voy a dar en adopción.
Así que la adopté o mejor dicho, ella me adoptó a mí. Era una perra muy miedosa, asustadiza y le temía a la escoba, ya pasado el tiempo, entendió que nunca la regañaría, salvo una vez que agarró un hueso en la calle y no lo quería soltar.
Así pararon unos cuantos años, paseos, baños, travesuras, porque la señorita era de las que escondía las cosas, se montaba en la cama y a veces vomitaba mi almohada, yo le perdonaba todo, total, era mi niña.
Un día empezó a presentar un desequilibrio e inestabilidad, se iba de lado, estaba mal, tenía un movimiento involuntario en los ojos llamado nistagmo, corrí al veterinario. Tenía síndrome vestibular, es una afección que afecta el equilibrio, se tratan los síntomas, es bastante similar a la laberintitis en humanos… ella mejoró.
Pero en esa consulta, el veterinario le hizo un eco abdominal. Le encontró un tumor en el bazo. Me dijo que por eso vomitaba, que por cierto no siempre lo hacía, pero esa era la razón.
No quise operarla, mi Perla estaba muy viejita, calculamos que tenía 2 años cuando fue rescatada, más 14 conmigo, ya saben, los perros no duran tanto. Así que el acuerdo con el veterinario fue: Cuando deje de comer, me la traes.
Y de repente, tuve noticias de “Mechas”


Pasaron unos 6 meses, ella estaba más lenta, lo asociaba con la edad. Recuerdo que era un jueves y recibo un mensaje de whatsapp. Era la adoptante de El Mechas, el hijo de Perla.
Me contó que se lo había llevado a Panamá, solo quería agradecerme por darle la oportunidad de tener a su perro, por 14 años. Ese jueves, Azabache había cruzado el arcoíris.
Le agradecí que me hubiese contactado y le dije que Perla estaba viejita, le mandé una foto de ella y las dos lloramos de emoción de saber que juntas y sin saberlo, le habíamos cambiado la vida a esos perritos.


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