Dicen que soñar no cuesta nada, pero contradiciendo el habla popular, habrá que afirmar que sí, y mucho. O, para mejor decir, la ilusión tiene un gran valor.
Los goles de Eduard Bello, Salomón Rondón y Eric Ramírez dieron forma no solo a la ensoñación de un grupo de jugadores, sino a todo un país que, como pocas veces, tal vez como nunca, se pegó a los televisores en la decretada esperanza de ver a la Vinotinto vencer.
Y no solo con la ilusión de festejar su triunfo, sino con la seguridad de que así iba a ser. Y así fue. Porque después de pasar por encima de la débil oposición de Jamaica, la gente ha dirigido sus mirada hacia el partido de hoy ante Canadá. Y muy pocos dudan, dejando a un costado de la Copa América los cuartos de final, de que ya Venezuela está en las semifinales; es decir, entre los cuatro de América. ¿Es exagerada esa presunción, es una desmesura creer en lo que se cree? ¿Es dejarse llevar por la niebla de un optimismo que puede llegar a ser ciego?…
Tal vez no. Tal vez la afición nacional se ha afianzado en la fe cimentada en la seriedad de un equipo con bases sólidas, potente, consciente de su real capacidad, que ha sabido esperar su momento para entonces dar los zarpazos necesarios.
Claro que en la brillantez de las victorias, Venezuela ha tenido algunos baches; por ejemplo, Yangel Herrera. Muy tirado para atrás, colaborando más en el quite de pelota que en la creación, ha hecho falta su presencia allá arriba, donde Rondón ha peleado casi en soledad, porque Yeferson Soteldo ha estado ocupado tratanto de dislocar, y consiguiendo con sus movimientos de circo, los esquemas tácticos adversarios. De cualquier manera, el rendimiento de la Vinotinto ha sido parejo, reafirmando que en el fútbol, actividad humana de acompañamientos y solidaridades, vale más el concepto de colectivismo que la individualidad. Entonces, Canadá. ¿qué se puede esperar de este equipo en una brega como la de esta noche?…
Conocíamos a Panamá por sus boxeadores, por su Roberto “mano e´ piedra” Durán y por sus jugadores de beisbol, con Rod Carew y Mariano Rivera al frente del pelotón. Pero no como país de fútbol; de un fútbol renovado, festivo, que al vencer a Estados Unidos “cerró los portones del famoso Canal” y ha dado el resultado más inesperado de la Copa América.
Habría que ver los goles con los que reventó las redes de Bolivia; fueron tres maravillas de jugadas, especialmente la tercera, de determinación y categoría que han terminado por configurar a los panameños como amenazas serias del torneo en juego. Bueno, en la misma categoría de Venezuela, dispuestos, panameños y venezolanos, a derrumbar mitos y leyendas. Sí, el sueño continúa.
Nos vemos por ahí.
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