De la reyerta más notable y tumultuosa en la historia del beisbol, se cumplieron 60 años el viernes 22. Ocurrió en 1965, en San Francisco.
El protagonista principal, el único armado bate en mano, fue el dominicano Juan Marichal, quien ha sido, durante toda su vida de 87 años, uno de los personajes más decentes, amistosos y pacíficos del beisbol.
El muchachote de Laguna Verde, entonces en sus 27, y en su sexta temporada de Grandes Ligas, atacó a batazos a John Roseboro.
Era domingo y habían acudido al Candlestick Park 42.807 fanáticos para el tercer juego Dodgers-Gigantes, quienes entonces luchaban por el título de la Liga Nacional. No había playoffs.
Los Dodgers fueron campeones, con 97-65, dos juegos sobre los Gigantes, 95-67. Los Orioles ganaron la Serie Mundial en cuatro juegos.
La tarde del drama lanzaban dos que iban camino al Hall de la Fama, Marichal y Sandy Koufax, y jugaban otros dos que viajaban en la misma ruta, los outfielders, Willie Mays y Willie McCovey. Ganaron los Gigantes, 4-3.
Máxima tensión, Dodgers-Gigantes
El drama había comenzado el viernes, porque los pitchers de ambos equipos les lanzaban rectas adentro a los bateadores, obligándolos a tirarse a la tierra.
Además, Maury Wills, quien encabezaba la alineación de los Dodgers, le tocó la bola a Marichal en el primer inning para hit, robó segunda, avanzó a tercera durante un roletazo-out y anotó en pisi-corre.
Por eso, Marichal estaba indispuesto contra Wills, quien apareció a batear de nuevo en el segundo capítulo, cuando fue saludado con un rectazo a la cabeza, que le obligó a lanzarse de bruces al suelo.
Koufax respondió, en el segundo inning, frente a Willie Mays. Pero a él no le gustaba golpear a los bateadores, por lo que tiró la bola muy alta, hasta el backstop.
Marichal, entonces, lanzó una peligrosa recta a la cara de Ron Fairly, quien también olió la tierra. El umpire Shag Crawford anunció a los managers que expulsaría a quien tirara la siguiente pelota al cuerpo del bateador.
En el tercer inning, el primero al bate por San Francisco fue Marichal. En cuenta de una y uno, Roseboro le devolvió la pelota a Koufax tan cerca de la oreja derecha del dominicano, que él oyó un ronquido tremendo, según ha contado.
Lo que hizo Juan fue darle dos batazos en la cabeza a Roseboro, causándole heridas. La sangre le cubrió la cara, mientras el umpire Crawford trataba de evitar más daños. Pronto llegaron para la pacificación Koufax, los mánagers, Walter Alston y Herman Franks, los coaches y los otros peloteros.
Entonces, los pacifistas decidieron pelear ellos también. El tumulto se prolongó por 14 minutos.
El presidente de la Liga Nacional, Warren Giles, decidió sancionar solo a Marichal; si no, hubiera tenido que suspender a los dos rósters completos.
Lo multó por 1.750 dólares. Marichal cobraba 60.000 por la temporada, y también lo suspendieron por las próximas ocho fechas en las cuales abriría juegos. Algunos opinaron que Juan debió ser expulsado del beisbol de por vida.
La amistad de Juan y John
Al terminar esa temporada, fui a Santo Domingo para entrevistar a Marichal. Entre otras cosas, me dijo: “No me explico cómo reaccioné así. Debí pensar que ese ambiente tenso era parte del juego. Te digo la verdad, no sé qué voy a hacer para demostrar mi
arrepentimiento”.
Lo que hizo fue invitar a Roseboro, gran amante del golf, para un campeonato internacional en Dominicana.
La aparición de ellos en esa justa, fue noticia en todo el ambiente del beisbol. El New York Times tituló:
“MARICHAL Y ROSEBORO JUNTOS EN UN CAMPEONATO DE GOLF”. Y durante años se informó de cómo convivían Juan y John, dos grandes amigos, olvidados del incidente de los batazos.
Del montículo a los seguros
Al retirarse Marichal en 1975, con récord de 243-142, 2.89, en 16 temporadas, se dedicó, en Dominicana, con mucho éxito también, al negocio de los seguros. Lo elevaron al Hall de la Fama en 1983.
La muerte de John Roseboro
John Roseboro murió a los 69 años, en Los Ángeles, el 16 de agosto de 2002, víctima de cáncer en la próstata y deficiencias coronarias.
Gracias a la vida que me ha dado tanto, incluso un lector como tú.
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