Mojiganga y traición en el aurinegro


Todo lo que ocurrió con la intempestiva salida de Eduardo Saragó como director técnico del Deportivo Táchira deja en pésima posición a la directiva del club que venía respaldando al entrenador caraqueño, en esta epopeya de devolver al cuadro aurinegro al sitial del fútbol nacional. Después de la rueda de prensa ofrecida por Saragó a los medios de San Cristóbal, quedó claro que la supuesta renuncia al cargo de entrenador del Táchira fue una lamentable puesta en escena por parte del alto mando del club, una mojiganga, que tuvo como correlato el comunicado oficial publicado en las redes sociales. En ese escrito, avalado por la Junta Directiva presidida por Jorge Silva, se afirmaba que Saragó presentó su renuncia y que, además, “comunicó su decisión de forma verbal al gerente general y posteriormente por escrito ante la presidencia de la institución”.

De acuerdo a las palabras del propio técnico, no hubo tal renuncia, porque sería una absoluta locura abandonar el cargo cuando su equipo venía de ganar el clásico ante el Caracas, hilaba otra portentosa racha de partidos invicto, estaba a un paso de disputar la final del Torneo Clausura para ir en procura de la undécima estrella y tenía todo planificado, junto con la propia directiva, para armar una plantilla más poderosa en la temporada 2025.

Lo que reluce de todo este conflicto es que la directiva pasó factura a Saragó al ponerse de lado de su cuerpo técnico y de los jugadores, en sus justos reclamos de cobrar los premios acordados por concepto de participación internacional del club en la Copa Suramericana de 2023 y la Copa Libertadores de 2024.

No podían despedir a un técnico que logró rescatar el ADN futbolístico del equipo y apelaron a una imaginaria renuncia para eludir sus responsabilidades. La verdad, es que nada sorprende en el fútbol nacional, tan acostumbrado como está a todo tipo de manejos extraños. Pero si la salida de Saragó es un sainete intragable, la designación de Edgar Pérez Greco para cubrir la baja del técnico caraqueño es una verdadera tragedia por todo lo que conlleva. Es inexplicable que una leyenda del Deportivo Táchira, que estaba al tanto de toda la situación y sabía de primera mano que su mentor y amigo no había renunciado al puesto, acepte participar en esta farsa dirigencial.

Se entiende que la oportunidad de dirigir al Carrusel Aurinegro es una tentación enorme, un desafío para cualquier entrenador, pero hay códigos en el fútbol que se deben respetar. No se puede iniciar una carrera de director técnico, como un Cayo Casio Logino en los idus de marzo de la antigua Roma de Julio César.


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