Todos los frentes de ataque que mantienen los poderes hegemónicos contra el país y su deseo de independencia, se resumen en una ofensiva constante y casi imperceptible sobre un ámbito peligrosamente subjetivo: el hecho cultural. Es allí donde las fuerzas imperiales y su inmenso aparataje logran los objetivos a más largo plazo y el daño más profundo.
El territorio simbólico y su apartado espiritual encuentra en diversos instrumentos del capitalismo su mayor poder de seducción, logrando con ellos imponer gustos por encima de los íconos que nos dan cohesión como pueblo.
Ningún territorio se ha visto más vapuleado que nuestra identidad, y de ello sabe Alí Rojas Olaya, escritor, investigador, historiador insurgente, orfeonista y docente, quien el 23 de mayo pasado lideró –junto con varios integrantes de la Universidad Internacional de las Comunicaciones (Uicom), otras instituciones educativas, intelectuales y cronistas– el lanzamiento del Movimiento Angostura, una plataforma de lucha que, desde la academia, intenta señalar al rey desnudo, objetivarlo, reflexionarlo y pensar en estrategias para desmontar su inmenso daño sobre nuestro andamiaje anímico, al atacar a uno de los emblemas más poderosos de la venezolanidad, el mismísimo Simón Bolívar.
La oficialización del grupo se hizo desde la plaza Bolívar de Caracas, bajo el lema “Bolívar está en la Calle”, una campaña que busca desafiar el bloqueo informativo y mediático que sufre la Revolución Bolivariana y el país en general, reivindicando la memoria del Padre de la Patria.
El insulto histórico
“La guerra es eminentemente cultural, cognitiva y espiritual” define rápidamente Olaya, y repasa un insólito recuento histórico que nos permite observar cómo desde el principio de nuestra historia republicana los ataques al Libertador son una herramienta para herir nuestra autoestima.
Producto de su arqueo sobre los medios impresos que circulaban en América del Sur en 1828, Simón Rodríguez llegó a registrar 67 insultos en contra de su alumno predilecto. “Lo llamaban usurpador, dictador, burro, traidor, y pare usted de contar” enumera Olaya.
En ese entonces, Rodríguez escribe el texto El libertador del mediodía de América y sus amigos de armas, defendidos por un amigo de la causa social, publicado en enero de 1830.
“Es atacado incluso a nivel epistolar. Las cartas entre Henry Klein –secretario de Estado de EEUU– y William Tudor, quien era cónsul en Perú, dan prueba del ensañamiento que había hacia ese ‘loco del Sur’, como lo llamaban. Por su parte, William Henry Harrison, quien era embajador de Estados Unidos en nuestro país, intenta varios magnicidios contra Bolívar.
Pero lo peor de todo esto es que, aún después de muerto, a raíz del movimiento conocido como La Cosiata, José Antonio Páez pide que todos los títulos con que fue honrado el Libertador fueran quemados en la plaza Mayor. Pasaron los años y, en 1936, un gánster de Chicago, llamado Walt Disney, crea la mascota del Pato Donald, un perro San Bernardo, bobo y obediente, además desaseado, y le puso por nombre Bolívar. Después comienza una serie de comiquitas y películas donde de una y otra forma van degradando su imagen”.
— ¿Un ataque a la venezolanidad?
— En los años ochenta el cantante Willie Colón pega una canción llamada El gran varón, cuyo personaje se llama Simón. Muchos años después, estando enfermo el Comandante Chávez, Colón dice: “Venezuela tiene dos presidentes: uno podrido y uno maduro”. Ya sabemos la calaña de persona que es el salsero. En la serie X Men hay un personaje que se llama Bolívar Trask, pero qué casualidad, trask traduce basura. La serie nace en los años 60, pero ya más recientemente en el cine el personaje lo interpreta un enano.
Un frente contra la ridiculización
Cuenta Alí Rojas Olaya que, preocupados por lo que evidentemente es una tendencia que hoy se traslada al empeño en ridiculizar al personaje más importante de nuestra historia, a través de las redes sociales más utilizadas por la derecha y los jóvenes (Instagram, TikTok, Facebook, X), un grupo de profesores e investigadores de la Uicom comprobó no solo el ataque estético contra su imagen al feminizarlo y hacer burla de sus atributos, sino un esfuerzo sistemático de presuntos intelectuales por desmontar la épica de Bolívar a través de conferencias en ciudades como Madrid, Lima y Bogotá.
“Empezamos a hacer un análisis semiótico de la situación, la filosofía de la imagen y el texto, y llegamos a la conclusión de que por ser este un año electoral, además porque nuestro país se llama República Bolivariana de Venezuela y nuestra revolución es bolivariana, efectivamente se está orquestando una campaña en nuestra contra, pues además tenemos una apuesta por la unidad latinoamericana y caribeña”.
La idea, según Olaya, es que se incorporen sectores más allá de la universidad; que se involucren comunas, institutos, movimientos sociales, no solo de Venezuela, sino de América Latina y el Caribe. “Yo creo que en este momento la labor del intelectual orgánico del país debe ser convertirse en cimarrón sentipensante, que si Bolívar es atacado, defenderlo como Simón Rodríguez, pues quien se mete con el Libertador se mete con nosotros”.
El movimiento se llama Angostura, agrega el escritor, porque en esa ciudad (hoy Ciudad Bolívar) y en ese contexto nace el proyecto de la Gran Colombia, el sueño integrador de Bolívar de sumar a varias naciones en una gran potencia que se concretó el 17 de diciembre de 1819 a orillas del Padre Orinoco. “Y no solamente por eso, sino porque allí, días antes, Bolívar da el discurso con el que se inaugura oficialmente el Congreso de Angostura y donde esboza el proyecto de lo que es la doctrina bolivariana: darle la mayor suma de felicidad posible al pueblo, la mayor estabilidad política y seguridad social.
Incluso, nace nuestra ontología: ¿qué somos? Somos indios, negros y europeos. Allí incluso le dice a los diputados, todos constituyentistas del 5 de julio de 1811, que nuestro código no es el de Washington, sin saber aún que Estados Unidos se iba a convertir en un apéndice del imperio británico. Bolívar lo advirtió entonces: ‘Está naciendo un monstruo mucho peor que España. En el corazón de Norteamérica se está engendrando un país que va a hacer mucho daño al continente”.
Se asombra Olaya porque, en la modalidad del doble discurso gringo, tras la muerte del Libertador, el mandatario nortemaricano de entonces, Andrew Jackson, detonó cañonazos en su honor. Hay ciudades, plazas, puertos, buques, aviones, e incluso dos reconocidos militares llevaban su nombre. “Pero pareciera que les interesa solo las hazañas bélicas. El tema es que Bolívar, a nivel social, quería la repartición de tierras para los pueblos originarios, quería educación popular, es decir, quería acabar con la esclavitud”.
—Pero sabemos que detrás de las redes sociales están las corporaciones trasnacionales, ¿cómo enfrentar a ese monstruo?
—No es fácil, sin embargo, particularmente en la Universidad Internacional de las Comunicaciones se están estudiando con mucha seriedad todas las formas y algoritmos.
Entender esa industria de la que nos hablaba la Escuela de Frankfurt. A mí me gusta el término “contracultura” del que habló Ludovico Silva y que se refiere a la cultura que nos es ajena y a su vez es enajenante, la cultura del mal. No hay duda de que Estados Unidos y el sionismo, que en esencia es lo mismo, dominan las redes sociales, la gran mediática. La habilidad de nosotros está en cómo hacer para que, a través de esos mismos medios, podamos imponer un mensaje. No es sencillo, porque nosotros no hemos dado el paso que dio China al eliminar Youtube, Facebook, X, y crear sus propias redes. Nosotros todavía no hemos llegado a ese nivel, lo que nos queda es ver con qué lógica científica trabajan ellos.
—¿No le parece astuta la manera en que el presidente Maduro ha asumido el reto enfrentando el dilema desde las mismas redes sociales y llamando a una gran batalla mediática?
—No hay duda de que estamos ante uno de los grandes estrategas del siglo XXI. No se equivocó Hugo Chávez cuando le dio el testigo a Nicolás Maduro. Es un hombre de paz y de gran sensibilidad social, preparado en las lides del internacionalismo, no en vano fue canciller por casi siete años. Está poniendo en jaque al mayor imperio del mundo, usando las armas melladas, como lo dijo el Che, para poder contrarrestar a ese inmenso poderío. Así como Chávez creó @ chavezcandanga cuando la red se llamaba Twitter; él fue nuestro astrolabio. Cuando creó Aló Presidente, hay que ver lo que significó en términos de hablar, dialogar y oír al pueblo. Entonces no hay dudas de que Nicolás –siguiendo esa brújula, apoderándose sobre todo del TikTok, haciendo valer esa habilidad que tiene– es un estratega capaz de crear, aunque muchos se molesten conmigo, a un Súper Bigote a la usanza de los súper héroes norteamericanos, con la diferencia de que el nuestro sí existe y los de ellos son ficción.
La batalla cultural
La pelea es peleando, y el Movimiento Angostura ofrece un correo electrónico para enlazarse con quienes deseen incorporarse a las tareas por venir: mov.angostura@gmail.com. “Todavía utilizamos esas plataformas extranjeras, pero pronto tendremos nuestras Apps, con nuestras plataformas, y para eso en la Uicom estamos haciendo un trabajo de alta profundización tecnológica, científica, semiótica, uniendo ciencias y humanidades para el servicio de la comunicación”.
A fin de cuentas, explica Alí, se trata del enfrentamiento ya bicentenario entre la doctrina Monroe y la de Bolívar, dos maneras opuestas de entender los destinos del continente. “Es lo que ha llevado a Nicolás Maduro en esta campaña electoral a salir a la calle, como líder, a hablar con el pueblo. No olvidemos que son 936 medidas coercitivas unilaterales, no estamos hablando de cualquier cosa”.
—¿La cultural y la política en el campo de batalla?
—No estás equivocado. La cultura es todo aquello hecho por el ser humano, y dentro de esa guerra cultural hay un elemento importantísimo que es la cognición, el cerebro, por eso es que la guerra es cognitiva. Pero también dentro de esa cultura hay otro subconjunto, que es la espiritualidad, por eso la guerra es espiritual, y hay otro subgrupo, la sapiencia, por eso la guerra es epistemológica. Es verdad que colocan medidas coercitivas que van a atacar tu bolsillo, van a fulminar tu moneda, pero con todo eso, no han podido.
He ahí el peligro, continúa Olaya. En vista de que nos han atacado por todos los frentes sin resultados definitivos, la guerra se está cebando con aspectos más profundos de nuestras representaciones simbólicas. Bolívar, en el marco del imperialismo cultural, es un objetivo. Pero más allá, directo al corazón del pueblo venezolano, también están su música, su artesanía, sus bailes, su gastronomía, sus tejidos.
Hay que partir de la idea de que lo singular es incómodo, disonante, más aún cuando el objetivo de un Estado-mercado es estandarizar los gustos y saberes de sus dominados en el marco del sistema-mundo occidental, como ordena la globalización.
Dondequiera que la voz homogeneizante pueda dominar, pierden sentido las identidades locales, con su carga ancestral, lo que constituye un exterminio que ni siquiera necesita aniquilamiento físico, sino avanzar a través de los procesos de transculturación y aculturación que han servido de razón suficiente para justificar el surgimiento de la Gran Misión Viva Venezuela mi Patria Querida, otro frente de defensa de nuestros valores culturales.
En palabras del experto Raymond Colle, “desde el inicio del proceso de la independencia americana, la exportación de su cultura y de su ideología ha sido considerada como su derecho y una de sus misiones más sagradas. George Washington declaró que América había sido designada por la Providencia para ser el teatro donde el hombre debe lograr su verdadera estatura”.
Frente a semejante “compromiso mesiánico”, Estados Unidos se atribuye la responsabilidad de exportar su sistema ideológico, el llamado “sueño americano”, con todas las estrategias que tiene a la mano, lo que los ubica frente a una situación dilemática ante Venezuela.
Alí Rojas Olaya intuye esa inquietud: “¿Qué más podemos hacer? Se preguntan ellos, y como tienen grandes laboratorios, se responden que la guerra tiene que ser cultural. Hay que atacar sus referentes, su narrativa, y el principal referente de la Revolución Bolivariana es Bolívar, entonces vamos a difamarlo a ver si de una vez por todas podemos hacernos de El Dorado, que era lo que quería el Tirano Aguirre, que es lo mismo que han querido los grandes filibusteros, es decir, las riquezas. Pero es bueno que Estados Unidos sepa que la Faja Petrolífera del Orinoco sigue siendo de Venezuela, porque así lo decretó Bolívar cuando dijo que las riquezas del subsuelo pertenecen al Estado”.
Una vida consagrada
Nació el 10 de diciembre de 1964 en Caracas.
En 2002 egresó de la Universidad Central de Venezuela como licenciado en Educación Mención Matemática.
En 2011 se graduó de doctor en Filosofía (PhD) en la Facultad de Ciencias Pedagógicas y Psicología de la Universidad Libre de Berlín, Alemania.
En la actualidad se desempeña como profesor-investigador de la Universidad Internacional de las Comunicaciones (Uicom); es miembro del directorio del Centro Nacional de Estudios Históricos (CNEH); cronista adjunto de Caracas; asesor del Viceministerio de Políticas Antibloqueo; profesor de la Universidad de las Comunas.
Escribe columnas fijas para los diarios Últimas Noticias y el Correo del Orinoco, y para los semanarios 4F y Todasadentro.
Autor de libros de ensayo, textos escolares, crónicas, historia y colaborador en infinidad de publicaciones editoriales, está incluido en varias compilaciones del área de matemática, historia y estudios críticos.
ultimasnoticias.com.ve
Ver fuente