Una de las cosas que le incomodaba al arquitecto Carlos Raúl Villanueva del conjunto de edificios de la Ciudad Universitaria de Caracas fue la imagen definitiva que proyectaba el Hospital Clínico, una vez culminado en 1956: una gran mole blanca que destaca por su axialidad. En el límite este de los terrenos destinados a la Facultad de Medicina, se diseñó el corredor que transcurre en sentido norte-sur, ubicado hacia el naciente de los institutos de Medicina Experimental y de Anatomía. Ambos corredores constituyen planos horizontales que se anteponen a la gran masa del Hospital y trasladan su imagen a un segundo plano, atenuando así la percepción directa del peatón que observa desde el este el notorio volumen del Hospital. Sin embargo, Villanueva ideó una forma para atenuar y diluir ese protagonismo albino, contratando la policromía para las fachadas a Mateo Manaure en 1954, en que en franjas y planos de colores sueltos hace que el centro asistencial y docente participe en la “Síntesis de las Artes Mayores”.
En el mismo año que se entregaba el Hospital Clínico, se inauguraba el domingo 2 de diciembre, en los predios de Monte Piedad del oeste capitalino, la Unidad Habitacional de apartamentos de interés social diseñados en el taller de Arquitectura del Banco Obrero, bajo la coordinación de Villanueva. Para restar la monotonía de las masas edificadas de inspiración corbusiana, participó en su policromía el maestro Manaure.
En 2024 otro artista plástico, Juvenal Ravelo, modificó diametralmente la propuesta cromática de los edificios del 23 de Enero. Sin ánimo de desmeritar el nuevo planteo, nos encontramos con la paradoja de Teseo formulado por el filósofo griego Plutarco en el siglo I. ¿Estamos frente a los mismos edificios? Su forma y función permanecen inalterables, más no así sus colores. La singularidad de este conjunto de edificios, además de su diseño, era el arte propuesto por Manaure protegidos como Bien de Interés Cultural nacional.
¿Dónde quedan los derechos morales de autor de su coterráneo monaguense? ¿Contó con la autorización del Instituto del Patrimonio Cultural? ¿Es posible sustituir un artista por otro? Estas cuestiones ameritan un amplio debate, pues si bien toda manifestación cultural es viva, y, por tanto, cambiante, requiere de una protección elemental.
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