A la muerte de Juan Vicente Gómez inicia un proceso modernizador de las Fuerzas Armadas a fin de mejorar su nivel técnico, incluido instalaciones para la educación superior. El primer proyecto lo constituye la Escuela Militar y la Escuela de Aplicación que Isaías Medina Angarita encomienda al arquitecto Luis Malaussena.
La construcción que se inicia en 1945. El complejo se seguirá cimentando en el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, alejándose de los modestos edificios con los cuales se había estrenado. “Vea grande” le dijo Pérez Jiménez a Malaussena, por lo que, sin abandonar su esencia, usará materiales costosos que se aplicaron en el Círculo de las Fuerzas Armadas y al sistema urbano la Nacionalidad.
Inspirado en el eje Trocadero-École militaire de París, Malaussena une el polo del saber militar mediante un grupo de paseos que conectan con el centro de estudios civiles que a la par se está edificando: la Ciudad Universitaria de Caracas, diseño de Carlos Raúl Villanueva.
La pareja de monolitos divide la zona militar dedicado para desfiles y un espacio de esparcimiento para la ciudadanía con el paseo Los Precursores, lleno de fuentes, espejos de agua y jardines, los paseos Los Símbolos y Los Ilustres hasta culminar en la entrada de Las tres Gracias.
El conjunto en sí constituye un relato pétreo de la epopeya venezolana, por tanto, una “conmemoración monológica” a decir de Holmes y Loehwing (2016), en la que enaltece la identidad nacional histórica, sostenida por los grandes héroes del pasado.
La plaza Los Símbolos articula todo el sistema urbano. En ella, un bronce colosal de resonancia formal decó, obra de Ernesto Maragall (1956), se eleva solemne sobre un monolito de mármol y que representa nuestros símbolos patrios encarnando al gentilicio venezolano: el europeo que idealiza al pabellón tricolor, el indígena que porta estoicamente el escudo de armas y el africano izando una tea coreando hacia el infinito el himno del glorioso bravo pueblo.
La bandera, centrada en el nivel más alto de la composición, figura una mujer de desnudo pecho que sostiene una corona de laureles, cuyo bello rostro es el de Susana Duijm. En el mismo año en que fue ungida en Londres como la mujer más hermosa del mundo, Susana, de 19 años, posó en el taller del maestro Maragall en Caracas.
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