La apariencia de libertad que existe en las llamadas redes sociales es uno de los aspectos más polémicos sobre la existencia de estos medios.
La mayoría de las personas que hacen vida en estas redes incursionan en ellas con pleno desconocimiento de las graves consecuencias que pueden tener en su salud y en su vida pública y privada.
El documental El dilema de las redes sociales, producido por Netflix, destaca una frase que debería despertar todas las alarmas en escuelas, liceos, docentes, padres, representantes, en fin, en la sociedad toda: “Si no pagas por el producto, el producto eres tú”.
Con esa expresión, el material audiovisual explica que la “gratuidad” de los servicios en redes sociales se debe a que el producto principal de ellas somos los usuarios. Facebook, Instagram, X (antiguo Twitter), Tik Tok y todas las aplicaciones que no se pagan, basan su negocio en hacer una gran big data de los gustos y preferencias que expresan sus usuarios a través de los llamados me gusta, los comentarios, los clicks y el tiempo de navegación.
Todo lo que haces en la red social queda registrado y sistematizado para ser comercializado con fines de marketing.
Los datos personales e incluso todo lo que posees en tu teléfono, fotos, contactos, búsquedas de google, y un gran etcétera, es susceptible de ser capitalizado por las “amistosas” plataformas digitales.
Las redes están diseñadas para “recordar” todo tu historial de uso y enviarte notificaciones automáticas acorde con tus búsquedas y clicks, de tal manera de mantenerte más tiempo enganchado a la red social basado en tus gustos expresados.
Este Frankenstein tecnológico llamado redes sociales es capaz de generar un conocimiento sobre los más íntimos gustos de sus consumidores, logrando una capacidad de persuasión que está por encima de la comprensión de la mayoría de sus usuarios adultos, ni hablar de los niños y adolescentes.
En la misma dirección apunta el algoritmo cuando sugiere a sus usuarios más y más contenido que refuerza las creencias detectadas, esto implica una capacidad para incidir en la radicalización y aislamiento del internauta, que se zambulle en un mar de información acorde a sus favoritismos, ignorando que las informaciones que difieran de su “percepción favorita” son deliberadamente bloqueadas.
Especialista en Opinión Pública
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