El Nobel de la paz para el odio


Hace más de medio siglo, cuando se produce la advertencia que hace Antonio Machado de que en este mundo de diez cabezas, una piensa y nueve se descuernan en busca de la idea, creíamos que podía haber alguna exageración.
Y hoy, ante el proceso social y la búsqueda de la doctrina que rige el mundo en esta continuada y profunda destrucción, vemos que el único estatuto programático vigente es la reiterada práctica del antiguo y aparentemente gastado pensamiento que aprueba, justifica y difunde la desigualdad, la injusticia por medio de instrumentos que se llevan a lo institucional.

Así se conforma en Grecia una democracia que parte del principio aristotélico de la “desigualdad natural”, según el cual unos hombres nacen para ser esclavos, ignorantes, piezas de carga y otros para ser señores pensantes llamados a ejercer la más profunda explotación.

Se expone así la interesada primacía de lo real por encima de todo cuerpo de ideas-doctrinas que invoque principios humanitarios de igualdad, libertad o justicia. Y estos principios son recogidos “fraternalmente” por lo que se denominó “Revolución francesa” de 1789. Una declaración que mantiene vivo, “democráticamente”, el sometimiento-explotación.

Y el marxismo en 1848, con la publicación del Manifiesto Comunista, reconoce la burguesía de la toma de La Bastilla y la proclamación de los derechos del hombre y el ciudadano como una clase revolucionaria capaz de vencer y dejar a un lado la vieja oligarquía.

Pero con Marx y Engels se establece a la vez la “ley” según la cual la lucha de clases es el motor de la historia y que en tal contienda se producirá la toma del poder por parte del proletariado. La derrota de la Comuna de París en 1871, movimiento con participación del naciente comunismo y unos 20.000 muertos, señala un duro presagio.

La toma del poder “por parte del proletariado” en Rusia o China deja un alto registro de bajas. Se aspira establecer el socialismo como tránsito al comunismo. Pero que se sepa no hay en la actualidad proletarios en la conformación de poder alguno. Los formados, sabios y líderes gobiernan y “la masa” apoya. Por todas partes está activo y resguardado el liberal-positivismo, garantía de explotación.

Y ante este terrible panorama, Sancho, ¿dónde y cómo son las nuevas ideas para enfrentar la ignominia y alta burocracia de los poderes actuales? ¿Sigue o no vigente la democracia griega?

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