Estos días he comprobado en carne propia que las redes sociales son un arma de doble filo. Compartí que tengo una «otitis media con efusión bilateral» que me tiene los oídos tapados, con chasquidos y un zumbido que parece interpretado por el mismísimo Satanás.
Entonces, aparecieron –desde la buena voluntad, porque yo creo en la buena voluntad- los médicos sin título y los que creen que sus experiencias son universales:
«A mí me pasó lo mismo y perdí el 50% de la audición para siempre», «yo empecé así, se volvió crónico y pase año y medio en eso», «lamento decírtelo pero el tinnitus es irreversible», etc, etc.
La verdad, pensé en darme de baja de estos espacios pues, aunque la imprudencia es de los otros, la afectada soy yo… independientemente de los enormes esfuerzos que estoy haciendo por ponerle limites a Raimundo y todo el mundo.
Pero me contuve bajo el clicheroso: yo trabajo con esto.
Sin embargo, la idea volvió con más furia días después cuando alguien me dijo que era evidente que yo ya había superado mi ruptura amorosa por cómo me muestro a través de estos espacios virtuales incluyendo aquellos días de «buena vida» en Margarita.
Yo respondí como la gran Gladys de Mimí Lazo: «Claro, no es lo mismo despecharse en el barrio que con una botella de vino en Margarita», aunque en realidad habría querido decirle como Laura Esquivel: «…solo las ollas saben los hervores de su propio caldo…»
Pues al parecer si a usted lo dejan y usted osa mostrar que aún come, trabaja, juega con su mascota o va a playa, usted es un desgraciado (a), probablemente desgraciada.
Ah pero si muestras tu dolor también serás un idiota que anda inspirando lastima en vez de pasar la página, bla bla bla.
El punto es que, a pesar de saber la imbecilidad que rodea está creencia, me sentí mal.
«Casualmente», al día siguiente, viví uno de los miércoles más felices de los últimos años.
Sí, me sentí muy afortunada en medio de mi incomodidad auditiva, de la tristeza y el sube y baja emocional de los últimos meses, porque sí: se puede sentir felicidad en medio del caos, tener paz interna en la guerra, de hecho, de eso se trata alcanzar la plenitud.
No obstante, ese día me asaltó la culpa y una estúpida pregunta: ¿Qué pensaría fulano si me viese así, aquí, feliz? ¿Creería que nunca lo amé?
Primero, me bajoneé. Después, detecté que ese «pecado» no me pertenece. Y por último ocurrió lo que nunca me había ocurrido:
Me dije a mi misma ¿y cuál es el problema, marica? Si de todas las personas que conoces en el mundo tú misma eres una de las que más se MERECE ser FELIZ… en mayúscula.
Aún así lo hablé con un par de amigas y supe lo obvio: a ellas también les ha pasado. Parece ser un tema muy de… mujeres.
Los psicólogos explican que existen cuatro tipos de culpa vinculadas al duelo amoroso y nosotras las vivimos casi todas:
La primera consiste en culparnos porque nuestro amor no fue suficiente.
La segunda radica en torturarnos recordando cuan innecesaria fue tal o cual pelea.
La tercera es la culpa por no cumplir las expectativas de nuestro entorno más cercano.
El cuarto y último motivo está vinculado a eso que algunos llaman «rehacer» nuestra vida: empezar a estar un poquito mejor, dormir bien, reír, tener hambre, pasar un buen día.
En el fondo, tememos que esto signifique olvidar al ser que un día amamos, o mejor dicho: traicionarlo.
Pero los expertos también aclaran que el sentimiento de culpa solo es útil si te ayuda a resolver un problema, a reparar daños. De lo contrario, sólo añade un sufrimiento innecesario a tu vida.
Además, necesitas mucho pero mucho discernimiento para distinguir correctamente qué «culpas» le corresponden a cada quien.
Finalmente, cada miembro de la relación hizo y dijo cosas, de las cuales tiene que hacerse cargo: la responsabilidad de nuestros actos no puede ni debe ser delegada.
En realidad, en muchas ocasiones sentimos culpa por algo que, realmente, no estaba en nuestras manos evitar, y en otras tantas somos responsables de cosas que ni siquiera hemos notado o que… no queremos aceptar.
Amanecerá y veremos. Amanecerá y oiremos (por favor). Seguimos.
Por: Jessica Dos Santos / Instagram: Jessidossantos13
Cuéntame tu historia, redáctala como sea, juntos le damos forma y la compartimos. En la vida, difundir las distintas formas del amor, siempre es necesario: lasultimasnoticiasdelamor@gmail.com
Lee otras historias:
ultimasnoticias.com.ve
Ver fuente