Disney y su “higiene” contra el activismo


Hollywood y sus sucedáneos, además de una factoría de ilusiones, es una maquinaria industrial asociada con muchas cosas más allá del entretenimiento, como por ejemplo, drogas, prostitución, trata de blancas, pederastia, esclavitud.

El barniz edulcorado de su fachada, recubierta de una especie de “pureza” que le proporciona al show business un aura celestial, no puede esconder, por más que lo intente, la revelación de sus auténticos protagonistas, personajes como el productor Harvey Weinstein y su reino del terror, hendidura por donde se hacen visibles las fauces del monstruo.

No se cuestiona el valor artístico de muchas de las figuras del cine norteamericano y su capacidad de brindarnos auténticos prodigios del séptimo arte, pero cuando la pretendida asepsia de Meryl Streep, el aire cosmopolita de Leonardo Di Caprio y la apariencia de dios negro y bonachón de Morgan Freeman pretenden ofrecerse como guías intachables y ejemplos a seguir por la sociedad, se entiende por dónde tambalea la alfombra roja.

“Ya no haremos activismo político” escurrió recientemente Bob Iger, CEO de Disney. Lo dijo en tono de mea culpa, casi apenado por haber levantado más de una vez las banderas en favor de la inclusión del sector Lgbti, los afrodescendientes y las minorías latinas, entre otras banderas que se vinculan, qué casualidad, con las causas del progresismo y la izquierda mundial, justo a pocos días de la toma de posesión del ultraderechista Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.

“Nuestras empresas crean productos de entretenimiento cuyo éxito depende de los gustos y preferencias de los consumidores, por lo que Disney ya no entrará más en el campo político” aseguró, a conveniencia, en vista de que sus últimos estrenos (por regla general inclusivos) como La sirenita, Un mundo extraño o Indiana Jones: El dial del destino, resultaron auténticos fracasos comerciales, con pérdidas millonarias en una sociedad sodomizada por un pensamiento cada vez más conservador y a su vez, hipócrita, haciendo silencio cómplice frente al drama de su autodestrucción.

Negocios y mentiras

La empresa en crisis. Fracasos en taquilla, pérdidas millonarias y la enorme disminución de visitantes a sus distintos parques de atracción, forman parte del cóctel que empuja a la empresa al colapso financiero.

El asunto político. Según el portal Libertad Digital, el nuevo CEO de Disney acordó con Donald Trump pagar un millón de dólares (y donar otros 15 para la futura biblioteca presidencial de este) después del escándalo que generó la cadena ABC News por asegurar que Trump fue “responsable de violación” de la escritora E Jean Carroll, y no autor de un “abuso sexual”, como dictó al respecto un jurado.

Los trabajadores. En julio pasado, más de 14.000 empleados de parques y resorts Disney en California se declararon en huelga.


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