Ernesto Villegas, ministro de la Cultura, contó que en ese mismo enclave de Altamira, el 24 de noviembre de 1948, una camarilla de militares tocó a la puerta de lo que era el hogar del para entonces presidente de la República, don Rómulo Gallegos, para informarle que estaba detenido. El escritor le preguntó al capitán a cargo de la operación: “¿Y quién puede detener a un Presidente?”, a lo que su interlocutor contestó: “El alto mando militar”. De esa manera vivió el autor de Doña Bárbara el golpe que lo depuso del gobierno y lo envió al exilio en una de esas asonadas militares que han caracterizado al país, y al continente, desde un tiempo inmemorial.
Aquella vivienda afrancesada de la avenida Luis Roche luego fue ruina y con el tiempo levantada de sus despojos, hasta convertirse en un centro de estudios y promoción de la cultura latinoamericana, teniendo a nuestro más insigne novelista como leit motiv.
Si bien el centro se creó por decreto el 30 de julio de 1974, a instancias del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes y un grupo de intelectuales como Juan Liscano, Salvador Garmendia, José Ramón Medina, Pedro Díaz Seijas, entre otros, fue a partir de 1985 cuando se convirtió en la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) y ocupó el terreno del antiguo hogar a partir de una espigada infraestructura de 10.000 metros cuadrados donde están pasando muchas cosas, una de ellas, que la historia ya no se cuenta como antes y la cultura tiene una dimensión contrahegemónica.
Pedro Calzadilla, a quien perfectamente le calza el concepto de “intelectual orgánico”, se hizo cargo de la institución en septiembre de 2023, tras la partida física de Roberto Hernández Montoya, y a partir de ese momento y rodeado de un equipo multidisciplinario acentuó un proceso de cambios y renovación profundos, que abarcan el cuerpo y el alma del Celarg, partiendo desde su propia signatura: ahora hablamos del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos.
Calzadilla dixit. “¿Qué estamos haciendo?, pues la tarea que nos encomendaron a Ernesto y a mí: darle peso al centro de investigación y formación, que sea una especie de Casa de las Américas con las salvedades del caso y con las diferencias del tiempo. Más para las artes y la cultura y mucho menos para el espectáculo, aunque teniendo esos espacios no nos vamos a cerrar a la agenda cultural” puntualiza.
Autor de textos como La República parricida. Fiesta, memoria y nación 1830-1842; La mirada del otro. Viajeros extranjeros en Venezuela en el siglo XIX; El siglo de la pólvora…Y otros escritos, entre varios, Calzadilla forma parte de una estirpe familiar que aporta luces al país desde diversos ámbitos de creación, dados sus vínculos consanguíneos con personajes de la talla del poeta y artista plástico Juan Calzadilla, el filósofo Juan Antonio Calzadilla Arreaza y el antropólogo, musicólogo y diseñador Alejandro Calzadilla.
Desafíos en cuerpo y alma.
La tesis de Calzadilla no es liviana: “la derecha no desprecia la historia: la usa”, por lo que supo zafarse de los rigores de la academia, sobre todo, cuando escuchó a Chávez plantear el proyecto bolivariano y los desafíos políticos que implica ver la historia como un hecho concreto y desde la cotidianidad, teniendo presente a Bolívar no como un comodín anecdótico, sino como el sustrato de nuestra identidad.
“Nosotros decimos que la historia insurgente es un proyecto político e historiográfico, que se está construyendo. Y más concreto: es la interpretación de la historia que acompaña a la revolución bolivariana”.
En ese contexto, como parte de la conmemoración del Bicentenario de la Batalla de Ayacucho, se desarrolló en el Celarg el Coloquio Internacional Ayacucho 1824-2024 que congregó a más de 20 ponentes nacionales e internacionales en deliberación durante el fin de semana del 7 y 8 de diciembre pasado. Diego Silva Silva, investigador y músico, aprovechó para presentar su concierto en homenaje a Sucre con manuscritos originales, algunos inéditos, como un rico aporte al tejido de búsquedas y hallazgos que marca el actual espíritu de la institución.
Entre sus objetos votivos, el Celarg exhibe un corazón inflamado: su biblioteca Isaac J Pardo, donde descansan a disposición de lectores e investigadores más de 65 mil títulos. Se le suman el acondicionamiento del piso 3 del edificio como bóveda de libros, la adecuación de la mezzanina en funciones de hemeroteca, la creación de la sala de lectura Luis Britto García; la reubicación y ampliación de la sede de Librerías del Sur en sus espacios.
Hay que decir que un mes después de su instalación, con apoyo del más alto nivel gubernamental, el historiador enrumbó sus responsabilidades frente al Celarg en los aspectos físicos y espirituales-intelectuales.
A la redefinición de sus objetivos académicos, se suma la recuperación total del edificio sede, que aún está en proceso, pero que ha alcanzado grandes hitos como la instalación de un pozo profundo para solventar uno de sus más graves y humanos contratiempos: la falta de agua potable, solución que logró el milagro de la presencia del líquido vital que por años tuvo una ausencia ostensible.
Los trabajos incluyen el revestimiento interno y externo del edificio, recuperación de pisos, reacondicionamiento del cafetín, recuperación de la bóveda de arte con piezas invaluables, el rescate parcial de las emblemáticas salas 2 y 3 y la instalación de un impresionante mural, obra del maestro Juvenal Ravelo, que recubre la pared principal del lobby haciendo juego con el ornamento externo de la torre.
Ese rescate, advierte, viene enlazado con el relanzamiento del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos que cierra convocatoria en febrero de 2025 y que en su XXI edición ofrece un monto de 100.000 dólares y publicación como galardón, además del enorme prestigio que ha cosechado desde 1967. El XIII Premio Libertador al Pensamiento Crítico, cuya convocatoria culmina el próximo 31 de diciembre con un premio dotado de 150.000 dólares, y para cerrar, el Concurso Internacional de Ensayo: fascismo, neofascismo y otras expresiones similares, en colaboración con la Casa de las Américas de Cuba y la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (Redh).
Para ser decolonial.
Entre los asuntos sobre los que está poniendo su acento el Celarg actualmente está la formación académica propiamente dicho, con la apertura de los programas de formación avanzada a nivel de maestría y doctorado en estudios nuestroamericanos, enfocados en cuatro líneas de investigación: Pensamiento crítico nuestroamericano; Estudios culturales, geopolítica y bloques de poder; Movimientos sociales, conflicto y democracia, y Desafíos de la unidad de Nuestramérica, que se complementarán con una revista de próxima aparición y la edición de un libro que recoge los 50 años de historia de la institución. A la par, abrieron espacio para el encuentro y la formación de cronistas comunales, guiados por la maestría del poeta Antonio Trujillo, y se mantienen los clásicos talleres de formación literaria, de donde han emergido importantes firmas de la literatura contemporánea venezolana.
Pero la alquimia no parece posible sin la incorporación de la investigación activa: otro de los frentes del Celarg, en palabras de su actual presidente, es el Plan de Estímulo a la Investigación José Carlos Mariátegui que logró convocar cientos de proyectos sobre América Latina y el Caribe. De ellos al menos 66 fueron seleccionados, lo que conlleva la presencia de alrededor de 80 investigadores asociados al Celarg (sin ser parte de la nómina) quienes reciben apoyo de recursos, equipos y espacio de investigación. “En promedio son quizás 160 personas, gente que está investigando, escribiendo, pensando o dando clases. Hay de todo, en calidad y claridad, en distintas áreas. De ahí yo espero que se vaya fortaleciendo el perfil de la institución como un tanque de pensamiento”.
Y no se trata solo de historia, remata Calzadilla azuzado por su esposa, Nayaurí Jiménez, periodista, dramaturga, productora audiovisual y directora, quien le acompaña en su cruzada vital y profesional con evidente ternura.
A modo de epílogo, le preguntamos:
—¿Cómo toca todo esto en la autoestima del venezolano?
—La revolución bolivariana se mete en la trama sensible del venezolano porque Chávez lo conecta culturalmente. Hay una relación entre el poder y la manera de ser del pueblo: sus costumbres, su estética, su religiosidad, su espiritualidad, sus gustos. Hay una celebración de la venezolanidad desde el principio, la reafirmación del pueblo diciendo eso es lo mismo que hago yo, pero ahora no es feo ni es malo. Eso fue poderosísimo, reivindicar el terruño, el paisaje, la geografía, el barrio, la manera de ser y la conexión con el pasado. Somos porque fuimos.
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