El Nobel de la paz para el odio


¡Sapere aude! Hoy en día, el desesperado llamado del filósofo prusiano Immanuel Kant, hecho hace 240 años, retumba con fuerza en todos los rincones de la tierra. Lo grave es que nadie lo escucha. O nadie lo quiere escuchar. O, peor aún, algo (o alguien) no nos permite escucharlo. Por tales motivos la importancia de pensar ha sido arrojada violentamente al olvido. La comunicación de masas y sus nuevos soportes digitales nos distraen de lo que ha de ser analizado críticamente. ¿Por qué? Porque anulan toda posibilidad de reflexión profunda. ¿Para qué? Para que aceptemos todo sin ningún tipo de rechazo, incluso haciéndonos creer que somos libres.

Atreverse a pensar es difícil, por no decir imposible. “Me gusta ser ignorante feliz”, “éramos felices y no lo sabíamos” o “quisiera que las cosas fueran como antes”, son simples reducciones de la más absoluta ignorancia, es decir, de una falta total de conocimiento (del latín ignorantis, el que no sabe). En muchos casos, quienes afirman la tercera sentencia, jamás conocieron la realidad histórica que antecedió a la suya y construyen ingenuamente su presente ideal a partir de fragmentos de relatos romantizados y manipulados. Por lo tanto, les es imposible comprender su entorno.

A pesar de todas las críticas a la filosofía racionalista y eurocéntrica de Kant y otros pensadores de la Ilustración, el propósito de este llamado no pierde sentido en el mundo que nos ha tocado vivir. No pensar, no saber, no conocer, no reflexionar, no analizar de manera crítica, ha hecho históricamente mucho daño. Por ello, no se trata de atacar lo que después se hizo con la razón moderna y como ésta fue la justificación para toda la barbarie posterior. Al contrario, se trata de rescatar el uso ético de la razón humana, precisamente, para garantizar la preservación de la propia humanidad.

Así como Ernesto Laclau llamó una vez a una radicalización de la democracia para su salvamento, limpiándola de todo el daño que se ha hecho en su nombre, hoy parece pertinente convocar la recuperación de la tarea originaria del pensar crítico para alcanzar el saber verdadero. Es difícil, pero la educación liberadora es la única vía para sacar de la caverna platónica a aquellos que se sienten a gusto viendo sombras proyectadas en la pared o en sus celulares disfrutando una vida que jamás tendrán.
IG: @ajnunez_profesor


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