De San Remo a Caracas


«No son las cosas las que nos perturban, sino nuestras opiniones sobre ellas» Epicteto.

Los últimos 100 años han sido un periodo de cambios de todo tipo, tanto vertiginosos como asombrosos y actualmente este cambio cotidiano se ha acelerado.

Poco a poco la tecnología que incluye prácticas, costumbres, sistemas de pensamiento y moldea las sociedades va acumulando proyecciones humanas, deseos, expectativas, y necesidades en busca de satisfacer ilusiones de protección, diversión, entretenimiento y seguridad.

Actualmente las actitudes y comportamientos comunes se han estandarizado en la exaltación del hiperindividualismo, y el consumismo hedonista, y si a esto le sumamos la crisis de los metarrelatos, obtenemos “alquimicamente” el vacío existencial. Una falta de sentido y propósito profundo, más allá del inmediatismo superficial del entretenimiento.
Como si esto fuera poco, cada día que pasa lo digital va acumulando más importancia que la realidad material cotidiana.

En los últimos 20 años han ido desapareciendo muchos objetos y funciones de nuestra cotidianidad, reduciéndose o reconduciendose todo a la pantalla del celular. Se van desmaterializando las cosas y las funciones, por ejemplo el fax, la fotocopiadora, el reloj, el cuaderno, los libros, la tv, la radio, las fotos y videos, incluso el computador, y ahora con la IA hasta los seres humanos, el administrador, el diseñador, el maestro y hasta el psicólogo se virtualizan. Ya no van a ser tan necesarios los reales.

El panorama frente a nosotros por el lado tecnológico luce asombroso pero por el lado de la experiencia de vida se ha ido vaciando. Y frente a este vacío, que no es de ahora, o escoges el hedonismo narcisista o el misticismo.

Claro aquí abordamos el tema del misticismo desde una perspectiva que concibe la espiritualidad contemporánea como aventura individual y subversiva.

El misticismo en esta perspectiva es una actitud espiritual y filosófica cotidiana que busca una conexión directa, íntima y transformadora con lo sagrado ya sea entendido como Dios, la Divinidad, el Absoluto, la Naturaleza, el Ying y Yang, la Mega Inteligencia Cuántica o la Esencia última de la realidad, tienes para escoger.

A diferencia de enfoques basados únicamente en rituales, dogmas o razonamientos, la actitud mística privilegia la experiencia personal como vía para acceder a verdades profundas o estados de conciencia diferentes. Ha sido un fenómeno universal presente en casi todas las tradiciones espirituales y, en muchas ocasiones, en contextos no religiosos.

(Bateson)

¿Por qué importa hoy? En un mundo dominado por la ciencia y la tecnología, el misticismo sigue siendo relevante como antídoto contra el nihilismo, la superficialidad y el vacío existencial. Ofrece un abanico de experiencias y de significados más amplios y si se quiere profundos.

Aquí no hablamos de los charlatanes, o teatreros de la auto ayuda, ni de los promotores de la espiritualidad de la grama o de los que hinchan su ego espiritual en una moda chamánico urbana, o místico cuántica, nada más lejos de nuestro horizonte de reflexión.

Aquí nos referimos a una actitud mística como un intento de todos los días, un aprender a estar centrados en nosotros, es como de nuevo aprender a caminar en una constante discusión con tu ego.

De aquí que la actitud mística no se limita a prácticas o experiencias puntuales, los rituales, sino que implica una forma de estar en el mundo, una disposición cotidiana interna que orienta cómo se vive y se percibe la realidad.

Se caracteriza por un enfoque en lo experiencial, en las vivencias internas más que en las doctrinas, dogmas o ritos, y suele implicar un camino de transformación interior.
Esta visión enfatiza que lo místico no es solo algo que se «hace» (meditar, rezar), sino algo que se es, un modo de relacionarse con lo trascendente o lo profundo desde la cotidianidad.

La actitud mística contrasta con la generalizada que es la utilitaria y funcional del traficar de todos los días. La actitud mística se da cuando sales de tu alienación por un momento y te distancias de tu ego.

¿Y en qué consiste esta actitud mística?

Ver lo extraordinario en lo ordinario (un atardecer, un gesto de bondad, el silencio). Darte cuenta del milagro que eres como ser vivo, del milagro que es respirar por ejemplo.
Disposición a trascender tu ego que te posee sin que te des cuenta.

Una disposición a explorar lo que está más allá de lo racional o visible, sin exigir respuestas inmediatas.

Reconocer que hay dimensiones de la existencia que escapan al control y a la racionalidad humana.

Actuar desde la convicción de que todo está interconectado (personas, naturaleza, lo sagrado).

Entrega no como resignación, sino como confianza en un orden o flujo mayor que tu ego individual.

Ejemplos de actitud mística:

– Un científico que estudia el universo con admiración reverente, sintiendo que cada descubrimiento revela un misterio más grande.
– Un artista que busca capturar lo «inefable» en sus obras, como un eco de lo sagrado.
– Alguien que vive con gratitud radical, viendo cada momento como un regalo y lo milagroso de la vida.
– La práctica del desapego en el taoísmo o el budismo: soltar el control para fluir con la vida. Todo es transitorio.

Está actitud se convierte en suelo fértil donde pueden brotar experiencias místicas intensas (éxtasis, iluminación, armonía). Pero incluso sin esos momentos extranormales, la actitud mística en sí misma es una forma de “misticismo cotidiano”, vivir con profundidad, sentido y conexión, sin necesitar etiquetas religiosas.

La actitud mística puede ser tanto un camino transformador (con técnicas y metas) como también una postura vital. Lo clave es que, como actitud, invita a vivir desde una conciencia expandida, donde lo sagrado no está «afuera», sino en cómo miramos, sentimos y habitamos el mundo.

A esto se suma un acercamiento actual entre filosofía estoica y el misticismo.

El estoicismo clásico es una filosofía griega fundada hace mucho tiempo por Zenón de Citio en el siglo III a.C. que enseña a vivir mediante la razón, el autodominio y la aceptación de lo que no podemos controlar.

Esta filosofía racional y terrenal (no es una religión), centra su enfoque en la armonía con el orden cósmico, la aceptación radical de lo que no controlamos y la búsqueda de una tranquilidad interior trascendente, cómo te darás cuenta todo esto resuena con los principios místicos.

El resurgimiento actual de un interés por el estoicismo (especialmente en su versión más práctica y secularizada) tiene puntos de encuentro con lo que hemos llamado una «actitud mística» frente a la vida. Ambos (estoicismo y misticismo) ven la vida como un ejercicio espiritual diario.

La relectura moderna del estoicismo lo acerca a lo místico, especialmente en su invitación a ver la vida como un todo interconectado (holismo cósmico), practicar la aceptación radical, y buscar una libertad interior que trasciende las circunstancias externas.

¿Por qué esta fusión resuena hoy? Es una respuesta al caos moderno. En un mundo de incertidumbre (crisis climática, polarización, virus, ansiedad existencial, psicópatas en el poder), el estoicismo ofrece herramientas concretas para cultivar la serenidad, mientras que el componente «místico» aporta un sentido de conexión con algo más grande y trascendente. Además muchos buscan sabiduría sin dogmas religiosos agregados. El estoicismo, reinterpretado, llena ese vacío con su énfasis en la virtud ética y la interconexión cósmica.

En esencia, el misticismo es un vasta y misteriosa de lo que percibimos y de lo que nuestra racionalidad nos permite entender.

¿Porqué no aprovechar un misticismo sin dioses, centrado en la sabiduría práctica, pero que igualmente apunta a una transformación profunda de tu ser?


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