Una torta blanca, aunque sea negra



Los subversivos no tenemos Itaca. Al parecer la hemos perdido de tanta trashumancia. O nuestra Itaca es el mundo. Somos sus ciudadanos. Nuestra Itaca es terruño obligado en el alma, este que en la Pachamama mundo, tenemos raigal y telúrico, cosmogónico en el territorio de Abya Yala. Hoy se mienta República Bolivariana de Venezuela. Nuestra Matria, hoy convertida en Patria amenazada por el Monroismo abyecto. El mismo que declara al mundo la guerra en el Destino Manifiesto, canto infernal, tanto, como “La tierra prometida”.

Por ello, el mismo Judas estuvo en el Muro de las lamentaciones, usurpando la espiritualidad ancestral semita, con su homólogo del terror, el Poncio Pilatos sionista.

Ambos bajo una misma bandera de los Illuminatis de WallStreet. Por ello, hoy andamos en algo supremo para aquellos que solo fueron capaces de reconocernos, en aquel adagio: humano demasiado humano. Justificación de todo, hasta del horror bellamente representado en la necropolítica. Matar como un acto de heroísmo sobre todo cuando el piso del mundo está permeado por una alfombra infinitesimal de incontables cadáveres. Así las catacumbas romanas y las recién descubiertas en las tumbas sacramentales de conventos, templos e iglesias francófilas. Es el rostro. Por esto en México, el Día de los Muertos las Catrinas son recreadas, con sus rostros cadavéricos pintados de colores, y flores rodándoles en ronda. Sobre todo, porque en la mitología de nuestros imaginarios, las devolvemos de su soledad y anonimato para que vengan a celebrar la vida con nosotros.

En este instante trepo a la Sandunga, en el caballo bien bonito de Aquiles Nazoa. Ese que cagaba flores. Sobre todo. Porque como quieren los terroristas del Estado Manifiesto, aterrorizarnos con sus destructores atómicos dando paseos en nuestro mare nostrum Caribe, a los que hacemos “más humana la humanidad”, Ali Primera, y les pintamos una paloma de la paz, espléndida, que más bien parece Guacamaya o hasta Cóndor. No nos dejaremos abatir y sobre todo porque la pesada bota del soldado gringo, impedirá saltar por encima de palmeras o suavemente sobre la arena seca o mojada. Quedarán enterrados porque se convertirán en movedizas. La intensidad será más peligrosa. Les morderá hasta desaparecerlos.

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