El tamaño sí importa


El edificio Manhattan de Caracas asomó su cota por encima de la cuadrícula citadina en 1946 con una altura de 37 m, fecha de culminación de la construcción, según proyecto del arquitecto Heriberto González Méndez para el funcionamiento de comercio, oficina y vivienda. Ubicado en la esquina Cují de la parroquia Catedral y de un sobrio estilo art déco, se alzó durante la presencia estadounidense en Venezuela, cuyo desarrollo petrolero se abría espacio dentro de la trama urbana. Por tanto, bautizar al primer rascacielos caraqueño Manhattan no era nada casual, puesto que la “isla de muchas colinas” es la cuna de los edificios de gran altura. Se destacan, para esa época, el Chrysler Building (319 m, 1930), Empire State (381 m, 1931) y el Rockefeller Center (259 m, 1931), todos de claro diseño art déco.

Cuando el arquitecto margariteño concibió esta obra lo hizo para 13 pisos, pero la curia romana le advirtió que en la capital no podía haber ninguna construcción más alta que la catedral, por lo que González Méndez negoció con los prelados y estos aceptaron en dejarlo en nueve pisos en oposición de su exterior: eliminar una linterna que adornaría la acusada edificación.

Históricamente, el templo metropolitano fue el hito nuclear en la que el resto de las casas de los techos rojos orbitaban alrededor del mismo en aquella bucólica ciudad que se mantuvo inalterable por tres siglos. La torre destacaba el skyline urbano. Es que, hasta ese momento, nadie del sector privado se había atrevido a desafiar esa eclesial norma no escrita. Aunque con Antonio Guzmán Blanco la edificación más alta en el último tercio del siglo XIX era el observatorio del palacio de las Academias (1875) con 36 m, mientras que la catedral de Caracas con su escultura La fe, que corona su torre, tiene 32,18 m; el Teatro Guzmán Blanco (luego Municipal) 28 m y la cúpula del Capitolio Federal, 26 m.

In pectore se guardaba un desafío laico de superar el domo del campanario de la catedral. Luis Roche, al promocionar la urbanización Altamira, muy distante del casco histórico, anunciaba para su plaza un “monumental” obelisco (inspirado en su par de la porteña Buenos Aires) “más alto que la torre de la Catedral”. Logró los 45 metros de altura y se inauguró el 11 de agosto de 1945. En todo caso, no es un edificio.

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