El Nobel de la paz para el odio


Les confieso que en esta serie Entender la colonia, sobre la que hemos escrito por ahora 12 artículos, hemos hecho un esfuerzo de estudio y reflexión con un propósito: tratar de aproximarnos sobre lo que vamos a entender históricamente por colonia para poder salir de ella. Sí, lo dije en presente. Necesario es insistir en que no hay que confundir el proceso de independencia de Venezuela y de la América española con la descolonización.

El cargamento histórico que trajo la invasión europea nada tenía que ver con la milenaria existencia (vida y cultura) de los aborígenes (los “otros”), que se convirtieron en objetivo de la “ingeniería social” y cuyo contenido hemos explicado en otros artículos: violencia, exterminio, robo de tierras, evangelización, civilización, sus instituciones, etc, hasta que se dio un salto cualitativo, pasaron de “no humanos” para ser aceptados como seres humanos (con alma y razón) y “libres vasallos de la Corona”.

Se trataba de la implantación de la estructura, el pensamiento, el imaginario y la cultura occidental en el Nuevo Mundo y algo que a veces se nos olvida: la asimilación del aborigen al sistema occidental. No es poca cosa, es el proceso de imposición del pensamiento único: un Dios cristiano, una Corona, un Papa, una verdad.

Fueron los intereses económicos, el tiempo, el espacio, la distancia y las necesidades humanas los factores que influyeron para dar paso a un elemento novedoso en la “ingeniería social”, que le garantizó la existencia por 300 años a las colonias, a la América española. Nos referimos al mestizaje: los aborígenes son “vasallos libres”. En 1503 la reina Isabel instruyó al gobernador Nicolás Ovando que fomentara los matrimonios mixtos: “E que ansímismo procure que algunos cristhianos se casen con algunas mugeres yndias, e las mugeres cristhianas con algunos indios”.

Las Leyes de Burgos (1512) dan permiso por maternidad: se prohíbe a la mujer hacer trabajo duro hasta que su niño haya cumplido 3 años.

Hay quienes pensaron y teorizaron sobre el mestizaje biológico y cultural para justificar la necesidad de colonización de los pueblos aborígenes, como uno de los recursos imprescindibles de la “ingeniería social” para superar el “salvajismo” y llevarlos a un estado superior: “la civilización”.


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