«No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho.»
Séneca.
El resurgimiento del estoicismo como fenómeno cultural es innegable, libros de autoayuda, podcasts e «influencers» prometen la «imperturbabilidad» como fórmula para el éxito. Sin embargo, esta moda, como muchas otras, trivializa una filosofía profunda, reduciéndola a frases inspiradoras o técnicas de productividad. La industria de la autoayuda, lejos de transmitir el espíritu crítico del estoicismo, lo convierte en un producto de consumo rápido, descontextualizado y despojado de su esencia ética.
No pretendo ofrecer una exposición académica sobre el estoicismo; suficiente información existe en redes y publicaciones. Sin embargo, como diría un estoico «El estoicismo… no reside en las palabras, sino en los hechos». Intentemos, pues, imaginar el estoicismo como el primer «manual de supervivencia mental», aunque con matices: el estoicismo no es un sistema monolítico, sino una tradición diversa desarrollada por pensadores como Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, cuyas enseñanzas se dieron en diferentes contextos históricos de fragilidad (guerras, pestes, crisis políticas).
Vamos a tratar de generar una imagen que nos haga entender figurativamente el estoicismo.
intentemos resumir el estoicismo en cuatro refranes que son muy útiles ya de por sí.
1.»Controla lo que sí puedes, suelta lo que no»:
¿Tu profe te puso un 09? No puedes borrar el examen, pero sí puedes estudiar más para el próximo.
2.»Las emociones no son el enemigo (pero no les des el volante)»:
No se trata de ser un robot. Si te enojas, reconócelo, pero no dejes que ese enojo te haga decir estupideces.
3.»Lo material viene y va, pero tu carácter es para siempre»:
¿Se te rompió el celular? Mala suerte, pero tu valor como persona no depende de eso. Los estoicos creían que la verdadera felicidad viene de ser íntegro, no de tener cosas.
4.»Todo pasa… hasta esto»:
¿Te sientes en un hueco? Recuerda, nada es permanente. Los problemas se acaban, las alegrías también. Así que disfruta el viaje sin aferrarte. Y yo agregaría, ríete.
Espero que a través de estas cuatro frases te hagas una impresión de lo que plantea el estoicismo sin ser totalizantes ni abigarrados en el análisis.
Si no te has dado cuenta, lo que fue una tradición filosófica compleja se convierte hoy en mercancía cultural empaquetada para consumo masivo. El capital transforma todo a su imagen y semejanza, mastica cualquier cosa y la convierte en mercancía consumible. Y así pasa con el estoicismo ahora como paquete comprable con “pedigrí” milenario.
Si bien la difusión de sus ideas tiene aspectos positivos, es necesario develar el contrabando conceptual, la descontextualización histórica y su asimilación por la industria de la autoayuda, que lo presenta como obligación actual para estar a la moda, actualizados, tener tema de conversación y darle sentido a tus esfuerzos en el gimnasio cada vez que te sientes adolorido. Esta moda light se va instalando en nuestro imaginario hasta que aparezca algo “pseudo diferente” que lo substituya, como la nueva pasta de dientes cada cierto tiempo.
El estoicismo de mercado sufre una amputación radical, reduciéndose a técnicas de control emocional extraídas superficialmente de su ética. La lógica, la crítica del pensamiento y la visión cósmica desaparecen. ¿Por qué? Porque no son “empaquetables” como «5 consejos para no estresarte mientras explotas a otros” o “¿Te bajaron el sueldo? No culpes a los demás”. Con el estoicismo light hay un contrabando conceptual, se toma el envoltorio atractivo (serenidad, fortaleza) vaciándolo de parte de su estructura de conocimiento y ablandando sus interacciones críticas. Lo que se vende es psicología positiva con tatuajes griegos y romanos, desprovista de referentes contextuales.
Esta reducción ignora el contexto histórico original. El estoicismo floreció en épocas de mucha fragilidad existencial, la Atenas helenística, la Roma de Nerón o Marco Aurelio —quien escribió sus Meditaciones entre pestes y guerras. Era la propuesta (a través de reflexiones y consejos) de un punto de equilibrio ante tanto drama, para el que quisiera probar.
El estoicismo moderno, en cambio, opera en la “hiper realidad neoliberal del rendimiento”. Aquí, el peligro no es la peste, sino el achicharrarte emocionalmente y la ansiedad por auto explotarte sin límite.
Al separar las técnicas de su contexto, se convierten en herramientas de adaptación pasiva al sistema que genera el malestar. Se promueve «imperturbabilidad» para soportar jornadas explotadoras, «aceptación» de injusticias como destino inevitable, y «focalización en lo controlable» para no cuestionar estructuras de poder.
Esta instrumentalización encaja en la lógica de la autoayuda: identificar malestar, ofrecer solución simple y universalizarla como obligación. Mediante simplificación excesiva, reduce la sabiduría de años de disciplina a frases e historias inspiradoras, ignorando por ejemplo que la “ataraxia” (la imperturbabilidad) era resultado de un camino de vida, no un truco para el ego.
Así mismo promueve universalización engañosa: la apatheia (ausencia de pasiones patológicas) ¿Es siempre indeseable? ¿No exigen ciertas situaciones de indignación justa o compasión?
Así mismo se ha creado una nueva obligación tóxica: «debes ser estoico para ser resiliente”. Esto patologiza los saltos emocionales normales que todos tenemos y genera culpa por no lograr imperturbabilidad constante. Como precisaba Epicteto, el objetivo no es suprimir el sentimiento, sino el juicio erróneo sobre él «Lo que turba a los hombres no son las cosas, sino las opiniones sobre ellas».
No se trata de demonizar todo interés actual en el estoicismo. Herramientas para gestión emocional o aceptación de lo inevitable siempre son valiosas en este mundo en guerra constante. El peligro está en la mercantilización que despoja al estoicismo de su contexto crítico y cósmico. Volviéndose parte de un círculo repetitivo de cosas dichas, por voces y caras “pseudo diferentes”.
El estoicismo merece más que ser moda de autoayuda. Su reducción a técnicas de «eficiencia emocional» es contrabando filosófico mercantilizado. Al descontextualizarlo, se anestesia el malestar producto del sistema injusto en lugar de dotar herramientas para comprenderlo y actuar con virtud. La verdadera invitación estoica no es a ser «robots de productividad» ni “autoexplotate”, sino a vivir con razón, virtud, integridad y compromiso, conscientes de nuestra fragilidad y lugar en el cosmos. Recuperar el estoicismo es rescatar esta exigencia de humanidad ética, no comprar el próximo cuaderno de “felicidad express” o presentarse en el gimnasio como “guerrero estoico”. La sabiduría antigua exige un compromiso y un trabajo crítico con uno mismo más serio que el consumo pasajero.
Finalmente resignémonos con Epicteto: «Desea que las cosas se produzcan tal como se producen, y serás feliz».
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