Producen rabia y tristeza las noticia que anuncian, con normalidad y descaro, que “Europa envía a los migrantes un mensaje claro: ¡Manténganse lejos!”
Las mismas notas, con orgullo, cuentan que en las fronteras la policía dispara ráfagas de ruido ensordecedor desde un camión blindado. Elogian esta arma acústica, de largo alcance, “del tamaño de un pequeño televisor, pero puede igualar el volumen de un motor a reacción”.
Este “cañón de sonido” forma parte del arsenal de nuevas “barreras digitales, físicas y experimentales” que se han probado desde la pandemia, para impedir que busquen refugio en la Unión Europea (UE) millones de personas afectadas por guerras que la misma Unión Europea ha contribuido a crear o en las que ha acompañado a Estados Unidos para generarlas.
Con igual desvergüenza anuncian que será construido un muro de acero, similar al que construyó Donald Trump en la frontera con México, con torres de observación equipadas con cámaras de largo alcance, visión nocturna y muchos sensores, para captar datos que procesarán centros de control para identificar movimientos sospechosos mediante análisis de inteligencia artificial.
Un cuadro de espanto que se publica y elogia casi como si se tratara de la incorporación de nuevas tecnologías en la escuela o en el hospital, cuando se trata de tecnologías para impedir la movilidad de seres humanos en procura de seguridad y bienestar.
Pero hay más, porque se habla de nuevos detectores de mentiras, integración de datos satelitales con imágenes de drones en tierra, aire, mar y bajo el agua; escáneres de palma que registran el patrón de venas único en la mano de una persona y hasta cámaras capaces de borrar el follaje y dejar al descubierto a los seres humanos.
Europa ha gastado 3 mil 700 millones de euros para identificar y rechazar a los pobres que la élite genera.
La Europa que desespera por atraer turistas adinerados, es la misma que despliega alambradas para mantener fuera a los pobres.
Estas noticias presentan un discurso que normaliza el clasismo y naturaliza elementos básicos del fascismo. Lo hace frente a una izquierda europea que no conoce una forma de abordar estos temas.
Lejos de toda consideración moral, las élites europeas responsables o cómplices de los conflictos que han generado estas crisis migratorias, en Afganistán, Irak, Libia y Siria, crean muros de horror tecnológico para eludir las consecuencias de sus criminales políticas de “cambio de régimen”.
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