En América Latina y en el Caribe es muchísima la gente que piensa que su país es de primera importancia geopolítica en la región. Desde esta suposición, hay quien llega a creer que su preponderancia sobre los países hermanos les permiten y facilitan una relación privilegiada con Estados Unidos, o con su extensión, la Unión Europea.
Montados en este ego, algunos Gobiernos de la región compiten por ser el más servil del Imperio. No es nada nuevo, es una práctica, casi bicentenaria, en la que podemos constatar cómo cada deseo de soberanía y justicia social se enfrenta con actitudes lacayas de Gobiernos de la región que, en favor de EEUU, participan del asedio y la agresión a pueblos hermanos.
Venezuela, hoy soberana, en el pasado también participó de estas actitudes serviles. Cuba, Nicaragua, El Salvador y Panamá, entre otros, fueron naciones agredidas por el Imperio con abierta cooperación de Gobiernos venezolanos.
Si alguien no recuerda que estos hechos hayan sido mencionados, puede indagar sobre la voladura del avión cubano en Barbados, sobre el asesinato de sacerdotes y monjas en El Salvador y sobre la destitución de Carlos Andrés Pérez como presidente, por el uso de dinero de la Nación venezolana para apoyar a Violeta Chamorro en Nicaragua.
En ese periodo nuestro ego se hizo tan grande que llegamos a hablar de nuestro país como de un supuesto “subimperialismo”.
Mucho de razón hay, sin embargo, en el sentimiento de orgullo que toda la gente de nuestra región siente, o debería sentir, por la importancia de cada uno de nuestros países.
Quizá quién comprendió en mayor profundidad estas importancias fue nuestro Libertador Simón Bolívar. Para cada país y región tuvo amorosas palabras de elogio, pero siempre con la convicción de que nuestras potencialidades se convertirían en fuerzas si lográbamos la unidad.
A pesar de lo razonable de nuestro ego, es también la debilidad que más explota Estados Unidos para mantener su dominio en la región.
Mientras masajea cada uno de nuestros egos, nos siembra desconfianza y discordia con nuestros pueblos hermanos. Hay todavía países que se esfuerzan por demostrar que son el más confiable aliado de Washington y que EEUU es su mejor amigo.
Es el cuento del esclavo que siente orgullo de su amo.
Aunque el proyecto ya fue traicionado por sus élites, incluso gran parte de Europa comprendió que la unidad de sus países era necesaria para no sucumbir ante Estados Unidos.
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