Pedro Núñez de Cáceres, abogado dominicano que llegó a Venezuela en 1822 tras la invasión haitiana de su Patria, dejó unas importantes memorias sobre la realidad de nuestro país. En 1939 la Academia Nacional de la Historia publicó partes de ellas y en 1993 Funres (Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano) editó una selección que comprendió los años de 1852 a 1863. Núñez de Cáceres escribió palabras poco elogiosas sobre los caraqueños y su ciudad. Era un espíritu contradictorio que criticaba las costumbres locales pero vivió en Caracas hasta su muerte en 1863. Sus memorias, por tanto, deben ser leídas con cuidado porque así como hay descripciones valiosas para comprender la vida cotidiana y política en el siglo XIX, también encontramos juicios ofensivos y desproporcionados.
Cuando llegó a Caracas apenas habían pasado dos años desde el fin de la guerra de independencia. Gustó del clima, criticó su aspecto “es una ciudad tristísima” y llamó vida monótona la que allí se tenía. No obstante, su descripción sobre la alimentación en la ciudad es interesante y contribuye a entender la recurrencia de algunas enfermedades. Sobre las frutas afirmó: “… son ácidas o desabridas y generalmente malísimas”.
En cuanto a la carne ofertada en el mercado, actual Plaza Bolívar, señalaba: “se vende colgada sobre unos palos curtidos y toscos, y allí vienen a lamerla los perros hambrientos que vagan por las calles en gran número”. El cerdo: “es de la peor condición; pero tan abundante que forma el alimento general del pueblo unida a las caraotas…”.
El pescado provenía de La Guaira pero los pulperos, refería, compraban el carite, a bajo precio o de peor calidad, y lo endurecían con sal y limón para luego freírlo. En opinión de la carne de aves diría que las gallinas rara vez estaban gordas y los huevos eran flacos y de yema blanquecina.
Las legumbres, por otro lado, eran ofrecidas en cueros viejos. Las arepas con queso eran buenas, mientras que las caraotas resultaba el plato de todos. Con respecto a las cocinas afirmaría: “están siempre llenas de basura y cáscaras de recado, con charcos de agua sucia, colgadas de telarañas y hollín” y de las cocineras: “por regla general ninguna se asea las manos”. Su conclusión: “la comida es una de las cosas peores de Caracas”.
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