La guerra cognitiva, esa que se da en el terreno de lo simbólico, busca generar desmoralización, temor, ansiedad y, finalmente, la rendición. Instalar una flota de guerra frente a tus costas, ejecutar de manera sumaria a inocentes (al menos hasta que se demuestre lo contrario y no al revés) solo para amedrentar (Lo hicieron masivamente en Hiroshima y Nagasaki, no es nada nuevo), vociferar amenazas a futuro y permitir que el aparato noticioso formal e informal se encargue de subirle el volumen, tal vez hubiera hecho mella en el alma de nuestro pueblo, o incluso de algún sector de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, si no fuéramos hijos e hijas de Bolívar.
Se confunden los agentes de la CIA y los encargados de reportarle al Departamento de Estado ante un estadio Monumental Simón Bolívar abarrotado de pueblo en un clásico Caracas-Magallanes o en una fiesta de la nocturnidad inundando de gente alegre las calles de un municipio caraqueño.
Comentan los colaboradores del presidente del imperio que juega a ser rey, con la inquietud nerviosa generada por la incertidumbre, que, en lugar de invertir todo el recurso disponible en pertrechos y armamentos, por estos lados organizamos con el nuevo villano de la hermana República de Colombia, un Festival Binacional de Cine, también convocamos artistas de varios países para encontrarnos en las artes visuales desde la Bienal del Sur, se inaugura la Feria del Libro de Caracas, sigue desarrollándose la segunda edición del festival de Cine Venezolano “Memoria y Patrimonio” y, para colmo, se convoca a la II Feria Internacional de Libro de Poesía, (Expoesía 2025) y a la segunda fase del Festival de Teatro Venezolano 2025 con la participación de 1086 artistas.
Que esto ocurra, es señal certera de que estamos ganando la guerra cognitiva.
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