Pensando en cómo se mueve el panorama internacional desde siempre, se puede hablar de visiones delirantes que se incrustan en estados naciones, ejemplos en la historia mundial hay muchos.
Tendemos a pensar que la generalidad de los políticos son personas como todos, pero es solamente una ingenua proyección social, podemos notar constantemente como muchos de ellos manifiestan una capacidad de riesgo colectivo que raya en la sociopatía y a esto se ligan rasgos que pueden catalogarse como delirantes.
Un delirio político es muy semejante al delirio individual bien estructurado. Un delirio bien estructurado es aquel que presenta una lógica interna coherente, consistente y auto convincente. Es una alteración de la percepción e interpretación caracterizada por creencias falsas, fijas e irrefutables, a pesar de la evidencia contraria. La persona que experimenta un delirio sea este bien estructurado o no, está convencida de la verdad de sus ideas, por más extrañas y bizarras que sean.
En el siglo pasado hubo un ministro de apellido Machado, que logró convencer al presidente de turno Luis Herrera Campins y a muchas personas más, de crear un ministerio de la inteligencia en donde se aplicaría el método que el desarrolló para convertir a todos los niños en inteligentes y virtuosos, para mí fue un ejemplo de delirio compartido bien estructurado.
Otro ejemplo de delirio bien estructurado son todas las afirmaciones que constituyen del discurso de Milei. La nueva modalidad política es el títere o muñeco delirante, disruptivo, inverosímil, diría cantinflas, que justamente por representar esta característica tiende a ganar en una disputa electoral, en contextos y escenarios políticos desgastados, deteriorados, en crisis fruto de estos tiempos líquidos que vivimos.
Los delirios políticos son construcciones ideológicas extremas que se alejan de la realidad y se basan en creencias irracionales, prejuicios y emociones intensas, pero bien estructuradas, otro ejemplo de un delirio bien estructurado es lo que hay dentro del librito de Hitler “Mi lucha”. Estos delirios a menudo se manifiestan en movimientos políticos radicales que buscan imponer una visión distorsionada del mundo y de la sociedad.
Y aquí no nos referimos a todas las características del delirio sino a algunas como el desarrollo paranoide en donde la persona cree que está siendo perseguida, vigilada o amenazada. O la persona cree tener poderes especiales, una importancia extraordinaria (narcisismo), espera la llegada de una riqueza inmensa o sencillamente genera ideaciones megalomaníacas como sentirse llamado por el destino a grandes hazañas.
En la historia política de la humanidad hemos tenido muchos personajes delirantes como Nerón, Hitler, Stalin, Ceaușescu, Idi Amin, y hoy muchos actores políticos internacionales entrarían en esta clasificación.
Además, el delirio es interpretativo, proyecta sobre cualquier evento una interpretación que valida las creencias delirantes personales. Cosa que hacemos también los no delirantes.
Un delirio colectivo se refiere a una creencia falsa o exagerada que se comparte y refuerza dentro de un grupo social, a menudo de manera irracional y emocionalmente cargada. Esta creencia puede manifestarse en una variedad de formas, desde rumores y pánicos hasta movimientos sociales masivos.
Ejemplos más circunscritos temporalmente han sido la caza de brujas, las cruzadas, la santa inquisición y todos los linchamientos colectivos o episodios inexplicables como la epidemia de baile de Estrasburgo (1518), en donde cientos de personas en esta ciudad francesa comenzaron a bailar de forma compulsiva y frenética durante semanas, sin razón aparente. La danza sin embargo no era festiva sino penosa, y tras varios días de incesante febrilidad, caían muertos por agotamiento, infarto o de hambre.
Otro fue el culto de Jim Jones en Jonestown (1978) en donde este líder de una secta religiosa, convenció a sus seguidores de que el mundo estaba a punto de acabar y los llevó a cometer un suicidio masivo en Guyana.
Y más allá de los delirios colectivos episódicos, tenemos los políticos.
Tenemos una floristería de delirios políticos colectivos, el nazismo, el fascismo, el estalinismo, los Khmer Rojos en Camboya, los talibanes y el movimiento sionista sólo por nombrar los más conocidos.
Pero tomemos dos característicos ejemplos de este delirio político y veamos en que se sustentan y como se asemejan en su estructura:
El delirio nazi se basa en la superioridad racial aria, la creación de un espacio vital para la raza aria, que justifico su expansionismo, un enemigo interno que eran los judíos y un culto a la fuerza concibiendo la guerra como una forma de purificación y fortalecimiento de la raza aria.
El otro ejemplo es el delirio sionista que plantea que ellos son el único pueblo elegido por dios, una tierra prometida que es palestina, una inmensa paranoia conspirativa contra todo lo que sea diferente a ellos y un continuo excusarse del genocidio que cometen actualmente escudándose en lo que les sucedió en la segunda guerra mundial con los nazis.
Los delirios políticos no son simplemente fenómenos históricos aislados, sino manifestaciones profundas de la psicología humana colectiva que revelan nuestra vulnerable tendencia a construir relatos y explicaciones irracionales cuando el miedo, la incertidumbre y la frustración social se entretejen. Son como estructuras psíquicas complejas que emergen en momentos de crisis, donde la realidad se vuelve tan intimidante que las personas buscan refugio en explicaciones simplificadas y dualistas que prometen orden y sentido, aunque ese sentido sea fundamentalmente distorsionado y potencialmente destructivo.
“Cuando una persona padece de delirio, a eso se le llama locura. Cuando muchas personas padecen de delirio, a eso se le llama religión.” Robert Pirsig.
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