Lo absurdo en nuestra época.


¿Qué es lo absurdo? Ha habido una tendencia intelectual que lo define como la profunda y desgarradora contradicción entre la búsqueda inherente del ser humano por un significado, un orden, un «porqué» último, y el silencio sordo, indiferente y fundamentalmente irracional del universo. Es el grito de «¿por qué?» que se estrella contra un muro de silencio. Esta condición, explorada filosóficamente por Albert Camus en «El mito de Sísifo», no es una reliquia del existencialismo europeo de mediados del siglo XX y continúa. Pero hoy, en nuestro mundo hiperconectado, acelerado y plagado de crisis superpuestas, lo absurdo ha mutado, se ha intensificado y se ha convertido en el telón de fondo de nuestra existencia diaria. Lo absurdo hoy, no es una abstracción filosófica, sino una experiencia tangible que se manifiesta en la política, la economía, en la ecología y en nuestra mente.

Lo absurdo hoy es lo paradójico, no sólo el sin sentido, hoy es lo bufonesco, lo ridículo que es asumido como serio, lo que raya en la estupidez y se asume seriamente como inteligente, razonable, lógico, justo, transfigurando la realidad en un simulacro (Baudrillard) que pone en discusión tu cordura.

Hoy lo absurdo no pone la realidad en discusión sino te pone a ti en discusión en el núcleo central de tú cordura que es inconsciente. Y esto te lleva a dos posibles actitudes, una la de hacerte entrar en una crisis lógica y de discusión de tu racionalidad (tu eres el que está mal no la realidad) o “el hacerse el loco”, entrar en una negación lógica y sentimental con las cosas, ignorar lo paradójico de las situaciones absurdas para seguir viviendo mirando al suelo, o mejor aun mirando la pantalla de tu celular. Un buen ejemplo es cuando entras en un ascensor y hay otras personas, y todos entran incluso tú en un estado alterado de consciencia, ignorándose todos hasta salir en su piso, esto es lo que hacen muchos frente a lo absurdo que viven en todas partes.

La mayoría asume la segunda y se concentran en su traficar cotidiano. Porque además hay un problema, cuando lo absurdo no se corresponde con una sola situación cotidiana, sino que la misma cotidianidad está plagada de situaciones absurdas, se convierte en una complejidad avasallante que te pone en discusión tu racionalidad, la cual también pende de un hilo colectivo que la niega o la reafirma.

Casi nunca somos conscientes que nuestra época no sufre solo la ausencia de un sentido razonable, sino la saturación de sentidos contradictorios, banales y efímeros.

La política, que debería ser el ámbito de la construcción colectiva de sentido, se ha convertido en un teatro del absurdo. Asistimos a discursos vacíos de contenido, pero llenos de “performance”, donde un tuit insensato tiene más peso que un tratado de política exterior. La verdad se vuelve relativa, un «hecho alternativo» como la creencia difusa de que la tierra es plana. La contradicción flagrante no es un error, se ha convertido en una estrategia. ¿No es absurdo que Trump pueda negar una evidencia científica ante millones de personas, y que esto no tenga consecuencias inmediatas para su autoridad? O cuando contrariamente a lo que han hecho los gringos que siempre desmienten las intervenciones de la CIA en otros países, ahora da órdenes públicas a la CIA de intervenir. O frente a las manifestaciones en Estados Unidos contra él publique un video en sus redes asqueroso, denigrante, ofensivo e infantil. Es la irracionalidad elevada a táctica de poder, donde Sísifo no solo empuja la roca, sino que da ruedas de prensa afirmando que la roca en realidad está subiendo sola.

Trabajamos en empleos que a menudo no entendemos del todo, produciendo bienes intangibles (datos, «likes», contenido viral) para algoritmos inescrutables. La promesa de la meritocracia choca con la realidad de la desigualdad galopante y la precariedad laboral. El individuo se convierte en un engranaje de un sistema económico cuyo funcionamiento global le resulta opaco e incontrolable. Es el absurdo de Sísifo en una oficina empujando hojas de cálculo eternas cuyo propósito final se desvanece en la cadena de valor global.

El grito ante la indiferencia final. He aquí quizás la manifestación más pura y aterradora de lo absurdo contemporáneo. La comunidad científica global (la voz de la razón) grita, con evidencia abrumadora, que nos dirigimos a un colapso ecológico. Y, sin embargo, la maquinaria socioeconómica global (la irracionalidad institucionalizada) acelera en la dirección opuesta. Consumimos, contaminamos y negamos con una sonrisa en los selfies de nuestras vacaciones en playas que se erosionan. Es el divorcio camusiano hecho planeta: la demanda humana de un futuro habitable se estrella contra la indiferencia de un sistema estúpido que prioriza la ganancia a corto plazo.

Las redes sociales, supuestas herramientas de conexión, han creado un nuevo ecosistema de lo absurdo. Son máquinas de generar ruido, donde lo profundo y lo superficial, lo vital y lo banal, lo verdadero y lo falso, coexisten en un mismo plano de inmanencia. Nuestra búsqueda de significado se ve ahogada en un océano de contenido. El «scroll» infinito es la roca de Sísifo digital, un esfuerzo perpetuo por encontrar algo que valga la pena en un feed que nunca termina, solo para que el algoritmo lo resetee y nos haga empezar de nuevo. La hiperconexión nos ha llevado a una profunda desconexión de lo real, de lo corpóreo, del otro.

La lección de Camus permanece intacta. No se trata de encontrar una solución final al absurdo, porque no la hay. Se trata de no claudicar.

¿Lo que queda es la lucidez, pero como se consigue? Es un misterio actualmente, porque más allá de repetir los lugares comunes del activismo local, de afirmaciones como que hay que fomentar lo pequeño y lo bello, o de contemplar un atardecer cantando y haciendo yoga, lo absurdo hace que todo eso se vea como banalidad. Lo que queda es un ejercicio individual de intento de toma de conciencia, de preguntarse constantemente, con el riesgo de que te critiquen por salirte del carril colectivo.

No voy a poner ejemplos más concretos de lo absurdo que se contempla diariamente en la realidad, ese trabajo lo voy a dejar a tu mente y tu consciencia a ver si te das cuenta, tal vez lo que puedes hacer es al final del día hacer un resumen de esa absurdidad que te ha tocado ver o vivir, ya eso sería comenzar a desarrollar anticuerpos individuales.


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