De San Remo a Caracas


La mayor persecución y discriminación contra la mujer tiene un marcado antecedente histórico a finales de la baja Edad Media donde el pecado más grande era la herejía. En esa circunstancia histórica aparece el martillo de las brujas para golpear con poderosa masa a las brujas y sus herejías. La mujer es el centro de la vil imputación y los diablos aparecen bajo la apariencia de hombre en relaciones sexuales con una mujer o en apariencia de mujer en relaciones sexuales con un hombre, llámese íncubo o súcubo respectivamente. Se trata del contenido demoníaco del Malleus maleficarum que recoge la experiencia cruel del oscurantismo y la persecución a muerte de la mujer, hoy pretendida por la misoginia y el antifeminismo cruel que se expresa en el femicidio y el feminicidio, dos neologismos cargados de crímenes misóginos, de mujeres asesinadas por sus amantes o parejas, sus examantes, sus acosadores sexuales y violadores (femicidio), o también de muertes por ocupaciones estigmatizadas y hasta crímenes y desapariciones de ellas cuando concurren el silencio, la omisión y toda política que derive en la muerte tolerada por el Estado (feminicidio). La mujer ha vivido históricamente entre el malleus y los horrores de la inquisición y el machismo y esas formas crueles de la violencia contra ella, que ya no son aceptadas, mucho menos en leyes penales donde brujas y herejías de ayer aparezcan personificadas en la conflictividad social de hoy.

El Malleus maleficarum o El martillo de las brujas se publica en el año 1487, obra de los dominicos James Sprenger y Heinrich Kraemer, que recoge la experiencia cruel de la inquisición. Este libro aún anda escurridizo por el mundo con mirada de cinco siglos atrás, algo así como esa anacrónica ley norteamericana contra extranjeros enemigos de 1798. La inquisición creó el Malleus para enfrentar una supuesta conjura del diablo con las mujeres que se definía en actos de herejías y brujescos. El ambiente de entonces se hizo de un miedo que afligía a todos, sin advertir que aquellas prácticas brujeriles no eran otra cosa que formas de defensa ante las dificultades de la vida o, quizá, una respuesta popular a lo ininteligible del drama litúrgico de la inquisición; pero al igual que el Malleus, el machismo o falocracia representa una discriminación de atroz crueldad para impedirle a la mujer esa libertad esplendorosa que es propia de ella.


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