Nuby: aquí comemos todos - Últimas Noticias


Nunca dejo salir a Nuby porque no es seguro. La tengo desde pequeña y me da pánico que un gato o un perro la ataquen, porque ella no sabe estar en la calle, además, si es mi gata, no debe estar en la calle, hay muchos riesgos y enfermedades que no puedo controlar.

Ella es una gata muy consentida, la cuido de que no tenga pulgas, que coma bien y que esté sana. Es lo más cercano a un hijo (aunque yo no tengo hijos). Lo cierto es que es la dueña de mi sueldo, no le falta su buena comida, sus proteínas, nada de eso.

Entonces yo no termino de entender, por qué si apenas ve una ventana abierta se quiere ir. A veces me pregunto, si es que no me quiere. Pero luego ella viene y se monta sobre mi pecho «y se me pasa».

Una gata tan consentida, no debería querer escapar, la amo tanto

Lo cierto de esta historia es que en una de las pocas veces que ha logrado consumar su macabro plan de escape, casi me muero y vuelvo a nacer. Bajé, subí, llamé a algunos vecinos, mandé cadenas por el celular (no había pasado ni una hora). Temblaba de pánico de imaginar que un carro la atropellara o cualquier tragedia.

Yo recuerdo que era un manojo de nervios, gritaba por la ventana que dejé abierta solo 5 minutos y Nuby sin dudarlo se fue. He leído que sacar la bandeja de arena ponerla en un lugar en el que puedan olfatearla. Pero pasó hora y media y nada.

Esa vez, ¿a quién no llamé?, confieso que me culpaba por haberme descuidado. Yo vivo en un barrio, esa ventana, da a unos techos, y yo estaba asomada en la ventana, gritaba, sonaba sus pepitas para que viniera a comer, saqué una sardinas y nada.

Pasaron dos horas y por fin, veo que viene Nuby, de retroceso, caminaba «de espalda» no entiendo nada, me dije, me puse peor, porque la veía, pero aun estaba lejos y cuando le gritaba su nombre, ella como si fuera con otro gato.

Bueno, cuando ella ya estaba más cerca, noto que tiene algo, trae algo que muerde con sus mandíbulas con mucha fuerza. Ya cuando estaba más cerca, veo. ¡Que vergüenza! Quién sabe de dónde habrá sacado una bandeja con unos bistec, seguro alguien los puso a descongelar y mi malandra-princesa se lo robó.

Cuando la tuve cerca, agarré la bandeja y la cargué, no la regañé hasta cerrar la ventana. Pero ella tan irreverente como siempre, casi que me decía «a la orden». Yo aun temblaba entre la emoción y el susto, porque hasta que no la cargué, no estaba segura de que ella estuviera sana y sin heridas.

Me dio un ataque de risa, porque ella se montó en el fregadero como diciendo: ¡ábrelo pues! ahí me relajé y le sin pensarlo me dije: ¡Bueno mi Nubi, aquí comemos todos!

Ese día comimos bistec, ella estuvo encantada y muy feliz. Esa fue la última vez que se escapó, demasiado estrés, porque es mejor que estén dentro de casa, hay muchas enfermedades y pueden contagiarse con solo un rasguño o beber de la misma agua.

¡Mejor gato encerrado y en casa, que enfermo o muerto en la calle!


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