Mientras líderes internacionales celebran el llamado “Acuerdo de Paz para Gaza” firmado en octubre de 2025 bajo el pretendido liderazgo de Donald Trump y el presidente egipcio Abdelfatá al Sisi, el pueblo palestino permanece excluido de las negociaciones que procuran cerrar una herida abierta con cifras escalofriantes: al menos 67.869 palestinos asesinados desde octubre de 2023, 170.105 heridos, y un número incalculable de cuerpos aún bajo los escombros.
Este proceso de paz, lejos de representar una reconciliación justa, se ha convertido en una maniobra diplomática que ignora la exigencia fundamental de justicia.
No se ha iniciado ningún proceso penal internacional contra los responsables del genocidio, a pesar de que informes de la ONU y Amnistía Internacional han concluido que Israel ha cometido actos genocidas en Gaza.
Responsables directos y cómplices del genocidio
Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, y su ministro de Defensa, Israel Katz, entre otros altos funcionarios del régimen sionista, han dirigido la ofensiva militar que devastó Gaza, incluyendo bombardeos a hospitales, escuelas y zonas residenciales.
Donald Trump, actual presidente de EEUU, es uno de los principales financistas de esta devastación y ha respaldado políticamente a Israel, incluso mientras se perpetraban crímenes contra la humanidad.
Joe Biden, expresidente estadounidense, también mantuvo el apoyo militar y diplomático a Israel durante los primeros meses del conflicto, facilitando el asedio que provocó la muerte por hambruna de 463 palestinos, incluidos 157 niños.
Una paz sin justicia no es paz
El acuerdo firmado en Sharm el-Sheij ha sido presentado como un paso hacia la reconstrucción, pero no contempla mecanismos de reparación, ni garantías de no repetición, ni el enjuiciamiento de los responsables. La exclusión del pueblo palestino del proceso y la falta de reconocimiento de sus derechos fundamentales convierten esta “paz” en una imposición más que en una solución.
Por otro lado, esta cacareada paz no conduce de ninguna forma a una vieja resolución de la ONU que instruye la conformación de dos Estados. Por el contrario, cede la soberanía de Gaza a intereses extranjeros.
La comunidad internacional debe rechazar cualquier acuerdo que normalice el genocidio y la impunidad. La paz verdadera exige justicia, memoria y reparación. Sin ellas, cualquier tratado será solo una pausa en la violencia, no su fin.
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