El grueso de los analistas económicos y geopolíticos vaticinó que, tras el cese de operaciones de Chevron, la producción petrolera venezolana se reduciría; no obstante, lejos de caer, subió, revelan los datos del informe de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), correspondiente a junio pasado.
La petrolera estadounidense tenía permiso para operar en Venezuela hasta el pasado 27 de mayo, y sobre esta premisa los analistas preveían que su ausencia disminuiría la producción petrolera, afectando el volumen total generado por Pdvsa.
Pero no ocurrió así. Por el contrario, la Opep informó que subió tanto la producción comunicada por el Ministerio del Poder Popular de Petróleo, desde un millón 66 mil barriles diarios hasta un millón 69 mil, como la monitoreada de fuentes secundarias, de 896.000 barriles a 918.000.
Incluso en tres empresas mixtas donde la estadounidense es socia B, minoritaria, sus producciones, ¡ojo!, operadas, no fiscalizadas, subieron: Petroboscán pasó de 100.300 en mayo a 104.300 en junio, Petroindependencia hizo lo suyo de 33.400 a 33.700 y Petropiar de 100.300 barriles diarios a 105.800.
Solo en la mixta, donde también participa Chevron, Petroindependiente, la producción bajó de 1.900 barriles diarios a 1.800 barriles.
Hasta ahora se desconoce al detalle el contenido de la licencia de la Oficina de Bienes Extranjeros (Ofac), de la Secretaría del Tesoro de EEUU, que ordena suspender las operaciones de Chevron. Esta vez no la publicó. Voceros del Gobierno gringo se limitaron a decir que la petrolera retendría su participación en las empresas mixtas y se quedaría cuidando sus activos en Venezuela.
Una primera explicación de alza de la producción venezolana en junio es que, ante la enfermiza y endémica mitomanía del Gobierno de EEUU y su estrategia política de cambiar todo de manera sorpresiva según sus intereses, y de hacer uso extraterritorial de sus problemas intestinales mediante la aplicación de medidas coercitivas ilegales a otros países, el Ministerio de Petróleo Bolivariano afianzó y aceleró la línea geoestratégica del presidente Chávez de diversificar el mercado petrolero. Negocia más intensamente con China y con otros países del ya no tan Lejano Oriente.
Lo evidente es que Pdvsa con esfuerzo propio logró elevar la producción, dato que también nos habla de la experticia, disciplina y capacidad de sus trabajadores para enfrentar las medidas coercitivas unilaterales impuestas por EEUU, que limitan e impiden desde la compra de equipos y repuestos hasta la actualización tecnológica.
Ahora bien, Chevron no desea irse. Se cobraba una deuda con petróleo que procesaban 13 refinerías del golfo de México. Pero tras la liberación de los siete niños retenidos en EEUU y de los 252 venezolanos secuestrados en los campos de concentración de Nayib Bukele, en El Salvador, se podría especular que la empresa estadounidense podría volver a operar en Venezuela.
Una primera premisa argumentativa para esta hipótesis es que Trump maneja su país como una corporación: “Business is business” (Negocio es negocio), y sobre este sagrado principio hace valer el postulado marxista de que su bolsillo es el que determina su ideología y su ser político.
Y al ser un empresario más apegado al dinero que a la política, hace brotar roces dentro de la Casa Blanca entre los llamados pragmáticos, que incluyen al designado por Trump para negociar con Venezuela, Richard Grenell; y los lobby de ultraderecha entre los cuales se encuentra el secretario de Estado, Marco Rubio, por solo nombrar uno de los conflictos que más ha trascendido a los medios.
Un reciente reportaje del New York Times (NYT) corrobora que Chevron estaba en la mesa de discusiones entre Grenell, quien pide permitir que la empresa continúe en Venezuela, y Rubio, que rechaza tal propuesta.
Bajo el título “EEUU no ha podido concretar un acuerdo para intercambiar venezolanos detenidos en El Salvador”, el texto del NYT señala que Grenell trabajó sobre un arreglo que contemplaba el regreso de los 252 venezolanos, los 32 niños y niñas secuestrados y la reactivación de Chevron, a cambio de que Venezuela entregara a los 11 gringos detenidos.
Grenell ha expresado ideas que coinciden a plenitud con las del CEO de Chevron, orientadas a que Trump permita la continuidad operativa de la petrolera en Venezuela para restarle campo de negocios a las energéticas chinas. Rubio, por el contrario, insiste en impedir que las petroleras gringas operen en Venezuela, una actitud que pareciera no convencer del todo la mentalidad corporativa y crematística de Trump.
Ya los 252 secuestrados en las cárceles de Bukele están en Venezuela, así como 7 de los 32 niños. También fueron liberados los 11 terroristas estadounidenses. Todo indica que Rubio perdió esta batalla, más cuando Diosdado Cabello, ministro del Interior, Justicia y Paz, señaló que las negociaciones del Gobierno venezolano fueron directas con Donald Trump.
Pero la actitud de Grenell levanta suspicacias. Chevron acaba de obtener legalmente derechos para adquirir 25% de la participación de la empresa Hess sobre activos petroleros en aguas del Esequibo venezolano.
Exxon y la Cnooc de China habían llevado el caso a la Cámara de Comercio Internacional (ICC), alegando que tenían derecho para la compra del 30%, por 53 millardos de dólares, de la participación de Hess en el Bloque Stabroek.
Exxon posee 45% del Bloque Stabroek, mientras que Cnooc tiene 25% de las acciones. Ambas compañías se opusieron al plan de venta de Hess a Chevron.
Es decir, tal como previó el analista petrolero venezolano Edmundo Salazar en su columna Superbigote, ahora Chevron se suma a la Exxon Mobil y al títere de Gobierno de Guyana a la controversia por el Esequibo venezolano.
ultimasnoticias.com.ve
Ver fuente