Rúkleman Soto y la poética del beber


Aunque parezca un ejercicio de ocio y contemplación (algunos dirán de vicio), escribir sobre bares, botiquines, lupanares y locaciones afines o relacionadas, requiere, por lo menos, metodología, disciplina y por supuesto, concentración.

Quienes creen en el mito urbano de que Charles Bukowski, el gran narrador de la nocturnidad decadente de Hollywood y Los Ángeles, escribió su inmensa obra estando borracho, se equivocan tanto como los que están convencidos de que solo se bebe para olvidar. El propio Buko se vio obligado a reconocer que sus cuentos, poemas y novelas las tecleó de madrugada o durante el día, eso sí, atravesando la cruda resaca.

Rúkleman Soto, ilustrador, comunicador, locutor, escritor y poeta, Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2021, es de esa estirpe de oficiantes que bebe para vivir y luego, en actitud monástica, se dedica a escribir para recordar el universo infinito de posibilidades que se teje delante y detrás de la barra de cualquier bar. Así, ha ido zurciendo más de 20 años de crónicas mundanas que quizás escandalizarán a la “liga de la decencia” denunciada alguna vez por el genial cronista mexicano Carlos Monsiváis, pero que alegran por su buen decir, por ese hálito de memoria sin dogmas ni artificios.

Bebencias es una compilación de crónicas que estaba obligado a escribir, por vocación profesional y como homenaje a un sinnúmero de gratos narradores de la vida díscola, que representan a varias generaciones de autores venezolanos, desde Salvador Garmendia hasta el Chino Valera Mora, pasando por Orlando Araujo, Miyó Vestrini, Caupolicán Ovalles, Misael Salazar Léidenz y otros tantos exégetas del placer, una de las razones de ser del arte.

Así lo entendió el jurado del Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca, que este año decidió otorgarle el primer lugar en la mención crónica por la razón de que no es un texto cualquiera, ni una apología ni un capricho. Es una obra exquisita, macerada por el vivir viviendo de un inquieto creador que nos acostumbró a la poesía.

Además, “de algún modo es el reconocimiento a una gran cantidad de cronistas que han trabajado el tema de los botiquines con seriedad”.

También, es un premio que Rúkleman le dedica a su “aldea”, Los Teques. “De los pueblos del mundo se nutren todas las páginas de los libros, aunque al escritor le guste hacer el papel de demiurgo solitario, cuando el muy pendejo solo padece de todas las ‘robinsonadas’ del ego moderno”.

Por esa misma razón, por el hecho de estar conectado con el alma de los pueblos donde siempre hubo un botiquín, aunque ahora el despacho sea prêt-à-porter, por delivery o en casa, se pasea por bares y botiquines de la vasta geografía patria.

La primera parte del libro, titulada Crónicas de botiquín, la integran siete relatos sobre bares, aunque se nombran muchos más, por ejemplo el Garúa, en Coro; o El Taquito, en Mérida.

“El libro va más allá de los bares: se refiere a vivencias que tienen un significado importante en mi vida. Hay crónicas que son largos obituarios que llamé Despedida de borracho, donde recuerdo a varios amigos que ya no están y fueron eximios bebedores, conocedores y grandes creadores”.

Bebencias, explica Soto, asume en su corpus una visión del botiquín como espacio de cultura, no solo popular, sino incluso como escenario para la producción literaria.

Responsable

Rúkleman Soto se define rapidito: un activador cultural y militante de la izquierda revolucionaria. De ahí viene todo un proceso de formación en curso que pasa por la comunicación y la cultura, como muralista, ilustrador, opinador gráfico, a lo largo de cuarenta años o más. Ha sido parte de algunas publicaciones en su ejercicio de escritor.

Sus ilustraciones están recogidas en antologías de caricaturistas y Bebencias, es su primera publicación en solitario. Con ella aspira a superar el estereotipo del bar como territorio de la borrachera, la nocturnidad y la bohemia. “Yo soy un tipo responsable”.


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