El Nobel de la paz para el odio


La semana pasada presentamos en esta columna el testimonio de una amiga que se sentía desorientada porque fue a una iglesia cristiana buscando paz espiritual y se encontró con la justificación “bíblica” del exterminio que se ejecuta en Gaza, masacre que desde hace un par semanas se extiende también al Líbano.

El nivel de incoherencia de lo acontecido en ese templo es tal, que supone la versión de una iglesia cristiana que reivindica la sangrienta acción en Gaza, pero al parecer desconoce que el sector gobernante de Israel que ejecuta esa barbarie, no reconoce a Jesús de Nazareth como el mesías.

Este dilema de connotaciones religiosas llama la atención porque no es un dato de menor importancia, de hecho, Benjamín Netanyahu, profesa el judaísmo, que rechaza a Jesús como mesías o deidad, pues considera que el mesías aún no ha llegado. ¿Cómo puede entenderse entonces que exista una iglesia cristiana que reivindique un genocidio ejecutado por un grupo que no reconoce a Jesús como su mesías?.

La consecuencia de estas inconsistencias implica la diseminación de un conjunto de personas que creyendo ciegamente en los sermones ofrecidos por esta casa de religión, se hace eco de la versión genocida, sin poner en duda, hechos tan perversos que en nada coinciden con los valores cristianos.

Quizás lo más inquietante es confrontarnos con una realidad que cada vez es más evidente, y es que los espacios de fe están siendo utilizados desde hace mucho tiempo para intervenir en asuntos que no son competencia de los orientadores espirituales, quienes incursionan en temas políticos y actúan como caja de resonancia de climas de opinión promovidos por sectores extremistas.

¿Quién le otorga a los pastores y a los sacerdotes católicos la potestad de imponer a los feligreses su visión particular o institucional sobre temas tan delicados del mundo? ¿No es un abuso de autoridad esto?.

Haciendo estas reflexiones se me viene a la mente el libro Psicología Oscura de Steven Turner quien describe como una de las 8 leyes de la conducta humana, la necesidad que tiene el hombre de pertenecer a algo más grande que ellos, una religión por ejemplo. Esta es una de las condiciones que hace a los hombres más vulnerables para los manipuladores, yo estoy seguro que en las iglesias conocen este principio.


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